domingo, 22 de febrero de 2009

Prohibido prohibir


ESTAMOS EN UN territorio cargado de leyes y, posiblemente, la piel de esta tierra sea el territorio del mundo mundial que más normas tiene por metro cuadrado. Estas leyes se han elaborado mayoritariamente desde los despachos del mundo urbano en un supuesto mundo de modernidad, en el que al campo y a la naturaleza teníamos que ponerle códigos de protección. Valga como ejemplo que ante la Unión Europea (UE) tenemos 174 Zonas de Especial Conservación en la Red de Natura 2000, amén de las protecciones locales que todos conocemos, y ahora la UE nos advierte de que no las estamos conservando de manera adecuada.

Sin embargo, en los últimos meses, la situación económica nos obliga a repetirnos en lo que unos llaman "ley del péndulo" o la misma "ley de la gravedad", en el que el supuesto desarrollo y "progreso" tenía mucho de espejismo. Por ello, desgraciadamente, tenemos que mirar hacia detrás, aunque no queramos, en esa frase de Machado en que "el camino se hace al andar". Sin querer hemos dejado los caminos que conocían nuestros padres y abuelos para entrar en una aventura de modernidad que en estos momentos nos presenta muchas incertidumbres.
Por ello, leer el nivel de protección que tiene nuestra naturaleza, en la que no sólo nos hemos preocupado de proteger el mundo vegetal y animal, sino que incluso hemos dado protección a las rocas, aunque sea contradictorio, los malpaís que tanta hambre y miseria generaron en nuestros abuelos ahora los declaramos de protección. Es decir, hemos obviado que sobre muchos malpaís se han construido huertas de cultivo que han sido oasis de vida para alimentar a nuestro pueblo. Qué dirían nuestros abuelos de la protección que le damos hoy a los malpaís cuando han sido las lavas volcánicas las que han sepultado, incluso en periodos históricos, gran parte de nuestros mejores suelos de cultivo. En muchos casos están sobre solares que rompieron nuestros campesinos a pico y a pala y le pusieron tierra cargada a hombros o en mulos o posteriormente en camiones para poder cultivar esos oasis que se han levantando sobre lavas casi humeantes, es decir, malpaís.
Estas líneas quieren situarse coyunturalmente en una cultura que mire hacia dentro, que revalorice lo nuestro, no sólo por vocación nostálgica o romántica de la vida, sino por espíritu de supervivencia, pues nos parece lamentable que hoy tengamos más atención a los sebadales de la costa de Granadilla que a lo que ocurre con nuestros frutales de secano en todo el sur de Tenerife -higueras, almendros, tuneras-, o cómo hemos visto con naturalidad que se urbanicen numerosas fincas cultivadas en nuestras costas; fincas construidas con suelo de prestación traída desde el norte de la Isla, incluso en muchos casos, levantadas sobre malpaís que hoy declaramos de protección, cosa que no ocurre, paradójicamente, con las tierras cultivadas.
Más allá del nivel de leyes y prohibiciones, en muchos casos cargadas de frases altisonantes, creemos que es oportuno en estos momentos hacer una lectura más humilde, sencilla, con un compromiso social en la que la protección de la aulaga o el malpaís no puede ser superior a la que le damos a la tierra de cultivo y el campesino, puesto que la cultura de burbuja urbana-consumista que de alguna manera tiene tintes intelectuales, sigue infravalorando y menospreciando al mundo rural, que más allá de la falta de historia, escuelas y libros, ha tenido una gran capacidad de observación y de convivencia con un entorno duro y problemático del que ha sido capaz nuestro pueblo de aprender a convivir con la naturaleza. Por ello es posible encontrar hoy en Tenerife naturaleza tan rica como la que tenemos en Anaga, el Monte del Agua o las Cañadas del Teide, etc., en las que, a pesar de la miseria y necesidades que tuvieron nuestras generaciones precedentes, nos dejaron este patrimonio antes de que se inventara un compendio de leyes y marcos proteccionistas que supuestamente protege la naturaleza y lo que han creado son papeles, litigios, conflictos y tensiones y en muchos casos, declaraciones vacías con poco compromiso en un alejamiento entre lo que decimos y lo que hacemos.
Esperemos que con la Ley de Medidas Urgentes que aprobará el Parlamento de Canarias en marzo al menos se simplifique gran parte de la actividad de los hombres y mujeres del campo a la hora de construir un estanque, una bodega, un establo para el ganado, un baño en un cuarto de aperos, o una vivienda en el mundo rural y tantas otras instalaciones básicas que están prohibidas sin razones objetivas, donde en los momentos actuales estas instalaciones están cargadas de multas y penalizaciones que aún han hecho más pesado trabajar y vivir a las personas que quieren acercarse al campo.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 22 de Febrero 2009