domingo, 1 de febrero de 2009

¿Estamos preparando las alforjas?


HACE ALGUNOS años que hemos planteado la compatibilidad de la agricultura y la actividad económica de los servicios. Sin embargo, la otra noche, el señor Zapatero, en la respuesta para salir de la crisis para la que él tiene fecha de caducidad y de la que su principal medicina es aumentar la demanda, pretende no cambiar el modelo económico. Indudablemente, tenemos que ofrecer salidas a corto plazo para que un número importante de ciudadanos cubran las necesidades básicas, aunque sea barriendo el barranco o pintando el ayuntamiento por segunda vez en el año.

Creo que el modelo que hemos tenido no es repetible, está agotado y de la actual situación no salimos sólo con más demandas de consumo, tanto en el plano local, como las que puedan venir del exterior, que indudablemente, nos pueden ayudar en caso favorable. Hemos de crear un modelo propio más austero, menos derrochador, con un cuidado estricto de nuestro suelo y recursos (agua, suelo, naturaleza) y una cultura en la que incorporemos gran parte de la mentalidad perdida: trabajo, ahorro y austeridad.
Estos temas tienen que ver todos con un cambio de mentalidad y serían propuestas a medio y largo plazo. Mientras tanto, tenemos que potenciar, entre otras cosas, la producción de alimentos, agricultura y ganadería, tema que se revaloriza ahora en todo el planeta, pues uno de los puntos débiles de la actual crisis son los alimentos, el agotamiento de los grandes excedentes que han existido en las últimas décadas en los países occidentales.
No olvidemos que el otro aspecto que afloró en la crisis es el petróleo, que ha caído de precio de manera temporal por la menor demanda coyuntural, y volverá a dispararse cuando vuelva al incremento de consumo en el oro negro.
Preparar las alforjas para un viaje complicado. Hemos de planificar y hacer propuestas concretas, como comenzar con una agricultura que cubra gran parte de la importante demanda interna, tanto para la población local como visitantes, que parece que han alcanzado un techo y que hemos de cuidar. Por todo ello, parte de los recursos que se pongan para cubrir la crisis hemos de destinarlos en actividades que favorezcan el agro, como la limpieza de frutales, mejoras de caminos, instalaciones de riego, establos y gañanías.
Además, hay que ofrecer ayudas para potenciar la cabaña ganadera en defensa de los productos de la tierra en el mercado, potenciar los mercadillos de agricultores, los levantamientos de muros, y cuidar y preparar instalaciones relacionadas en el aprovechamiento del agua, limpieza de galerías y canales de riego. También hay que realizar mejoras en huertas de jable, enarenados, mejora de acceso rodado, caminos y pistas. Por su parte, los ayuntamientos deben obligar a los propietarios de fincas a limpiar las parcelas cargadas de combustible por problemas de seguridad para la prevención de incendios forestales, siendo un caso ejemplar en esta labor en los últimos años San Juan de La Rambla.
En unas palabra, los tiempos son otros y no nos valen recetas del pasado. Ahora tenemos que crear un nuevo marco de relaciones en las que, en nombre del medio ambiente, no se pueden seguir las pautas escritas que se pusieran en marcha hace unos años, cuando parecía que la agricultura y la ganadería eran actividades del pasado, cargando el territorio de espacios "protegidos": zepas, L. I. C. y todo un amplio repertorio de protección, en muchos casos, sobre terrenos que habíamos cultivado hasta los años en los que dejamos el burro por el coche y cambiamos el sacho por la niveleta y la cuchara.
Querido lector, ahora, los que tenemos responsabilidades políticas, tenemos que sentarnos con agentes de Medio Ambiente y el Seprona para hacer una nueva lectura del espacio y de las relaciones con nuestro medio rural hasta que de la Ley de Medidas Urgentes establezca un nuevo marco legal para volver al campo con unas medidas más tolerantes hacia los usos tradicionales, en las que la protección de nuestros espacios sea la que los valores ambientales y naturales requieran; en definitiva, un marco de protección en el que las tierras para cultivar alimentos encuentre acomodo.
Aunque siempre hemos tenido tensión entre hombres y naturaleza en la búsqueda de nuevo suelo para cultivar o las demandas de leña y madera de nuestros montes, ahora éste no es el caso. Sí tenemos que tomar medidas razonables para que, por ejemplo, la protección del águila pescadora en Teno, los rabiles en Anaga, o los lagartos, no tengan más protección que un agricultor que tiene que sembrar o plantar alimentos para su familia.
Por todo ello, el actual marco legal hemos de aplicarlo con el máximo de flexibilidad, para que nuestra gente pueda realizar actividades propias del medio rural que, de hecho, venimos realizando hasta hace unos años. Hagamos nuestra una máxima que se le atribuye a Confucio, que parece que la dejó en China hace 2.500 años: "No regales pescado, enséñales a pescar".
El dinero del paro debemos invertirlo -y no gastarlo- aplicando la máxima de Confucio y aunque el señor Zapatero y otros responsables de la economía y la política tienen fecha de caducidad para la crisis, como la que le ponemos a los yogures, los magos somos muy desconfiados con la fechas y las promesas, quizás porque hemos vivido muchas crisis sin reloj ni almanaque. Preparemos las alforjas para el camino por si nos pasa lo que le ocurrió a Fregel, cuando una nevada lo encerró en una cueva en el Teide, y que gracias a la alforja y la gestión de la misma lo pudo contar.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Febrero 2009