LA VIDA es una lección permanente de aciertos y errores
en la que, en muchas ocasiones, dejamos de mirar para detrás o lo que ocurre en
el entorno, considerando que nuestra verdad es la única referencia con la que
actuamos. De esta forma, hemos creído que el fuego lo apagan los bomberos y los
equipos humanos, pero en la mayoría de los casos no ocurre así.
Basta con ver
que estos días los medios de comunicación nos informan de un incendio forestal
en las antípodas, en una zona con características muy similares a las nuestras
en cuanto a humedad (entre 500-1.000 litros m2 año), verano seco (diciembre a
marzo), topografía accidentada y muy poblada. Los Estados de Nueva Gales del
Sur y Victoria son las zonas más densamente pobladas de la isla-continente de
Australia, donde se localizan las ciudades más pobladas del país (Sydney,
Melbourne y Camberra).
Estamos en una importante zona ganadera y agrícola e
industrial, pues no olvidemos que el incendio se produce sobre parte de la
cuenca del río Murria, el más importante del país. El incendio se propaga con
temperaturas de más de 40º C y vientos secos que soplan del desierto
australiano hacia la costa S.E; mientras que aquí, en Tenerife, son del N.W., y
en Canarias del S.E., procedentes del Sahara.
Febrero para los australianos es agosto en Canarias. Por
todo ello, la lectura de lo que ocurre en el S.E. de Australia debe ser una
lección de lo que puede ocurrir en nuestro entorno, ya que Australia es un país
eminentemente urbano, con un nivel económico similar al nuestro, por lo que la
capacidad tecnológica para defenderse del fuego difiere poco de la nuestra.
Aunque las comparaciones son odiosas, creemos que son oportunas algunas
referencias.
La superficie quemada hasta el jueves doblaba en su
superficie a la isla de Tenerife, afectando a más de 1.000 viviendas y dejando
a más de 200 víctimas tras las llamas; habían movilizado miles de bomberos,
ejército y voluntarios para hacer frente al monstruo que a su paso reduce todo
a cenizas.
Amigo lector, los hechos anteriormente descritos pueden
ocurrir en esta Isla si no hacemos prevención, única medicina para evitar tal
situación. Es decir, la mejor lucha contra el fuego la hacemos en los inviernos
retirando combustible de las zonas pobladas y proximidades de las vías de
comunicación. Lo que hemos visto en la televisión estos días -masas de
eucalipto en las zonas pobladas- es un fiel reflejo de los riesgos que tiene
para la población cuando se produce un verano seco con vientos y las
temperaturas descritas en zonas arboladas.
Hagamos todas las prevenciones; no nos cansemos de comentar
que la Administración no es la única competente en la lucha contra el fuego.
Tenemos un buen equipo de profesionales bien dotado; sin embargo, para la lucha
de un gran incendio como el que ocurrió en el 2007, y ahora en Australia, el
único tratamiento posible es tener libre de combustible las zonas pobladas. Un
mundo rural cargado de combustible como el que tenemos en la Isla pone de
manifiesto que aquí se puede producir una situación no deseada, si no cambiamos
la conciencia colectiva con una participación coordinada de todas las
administraciones y los vecinos.
Una lectura de territorio nos debe hacer reflexionar desde
el Valle de El Palmar hasta el Llano del Moro, en el Norte de Tenerife, con
riesgos importantes, también en numerosos puntos del Sur de la Isla. Tenemos
numerosos núcleos de población totalmente rodeados por el bosque, en unos
casos; o zarzales, helecheras y escobones, en otros; pinos de gran porte en las
proximidades de las viviendas; y en otros casos no tenemos espacios limpios de
vegetación entre la zona forestal, y los cascos urbanos al dejar de labrar las
tierras de pansembrar de antaño, que constituían antes una barrera para
defender las viviendas.
Estamos en febrero, en una situación nueva, con una
población que demanda trabajo. Hagamos una labor de prevención antes de que
llegue el próximo verano, máxime con el nivel de combustible que se añade tras
la lluvia, dado el invierno y la carencia de ganadería para la eliminación de
los pastos antes de la entrada del verano.
Está en nuestras manos hacer una tarea ambiental y de
seguridad para nuestros vecinos. Lo que pudo ocurrir aquí en 2007 o lo que
desgraciadamente sucede en Australia ahora podemos evitarlo. Pongámoslo en
marcha. No dejemos todo esperando por los bomberos y los equipos mecánicos.
Aquí, en California o en Australia, tenemos que hacer prevención. Después de lo
que ha pasado en estos territorios, debemos reflexionar sobre la necesidad de
un marco legal que obligue a la limpieza de todo tipo de material combustible
en las zonas pobladas. De lo contrario, estamos asumiendo un riesgo muy alto en
caso de incendio forestal.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 15 de Febrero 2009