domingo, 8 de febrero de 2009

Almendros: algo más que flores y fotos


ESTOS DÍAS, miles de personas recorren un espacio agrario olvidado desde hace unos treinta años en el que sobreviven unas plantas capaces de arraigar sin la atención de los campesinos, y que en su mayoría se encuentran rodeadas por tabaibas, escobones, zarzales, pinos y un largo número de plantas silvestres, ya que sólo en unos pocos casos encontramos frutales atendidos por el hombre. Un recorrido por Santiago del Teide, Guía de Isora, Vilaflor, Garafía, Puntagorda, Tijarafe, El Paso, El Pinar y Tejeda nos enseña cómo nuestra gente tuvo una gran sabiduría para incorporar en los lugares más secos y de peores suelos los frutales más sufridos con menores exigencias en suelo y humedad; almendros e higueras son plantas de los sotaventos y, sobre todo, de malpaís y lapilli.

Almendro e higueras son las señas de identidad de una cultura de esfuerzo y de lucha: habría que abrir zanjas y hoyos para plantar árboles en los que habría que esperar hasta diez años para obtener los primeros frutos, cuidarlos y defenderlos ante los animales, injertos y podas. Por todo ello, los almendros de la foto son los sueños y el trabajo de varias generaciones que apostaron por sustituir escobones, tabaibas y pinos por frutales, claves en la alimentación de nuestra gente. También son parte de la referencia de la economía autárquia pretérita de los frutales y el resultante de una cultura y de la economía en los suelos más pobres, mientras que los suelos ricos en arcillas los cultivos dominantes eran los cereales.
La estructura de la propiedad hasta los años cincuenta del siglo XX hizo que casi todos pertenecieran al Marqués del Valle y la era de la Casa del Patio -posiblemente una de las mayores eras de Tenerife- en una referencia de la importancia económica del grano en la economía anterior a los alumbramientos de agua y a los cultivos de regadío en la zona baja. El señorío tenía una economía basada en el cereal y el pastoreo; una gran parte de sus propiedades estaban dedicadas a pastos, sobre todo, en suelos más pobres y, en consecuencia, no tenían frutales, dominando los escobones y retamas. Además, apenas existían paredes y huertas y eran campos abiertos en los que los medianeros pastaban los rebaños.
El recorrido del almendro en flor entre Valle Arriba y Arguayo, rodeando la Montaña de Bilma por el Norte y el Este, reúne todas las condiciones de paisaje, diferenciándose el suelo sedimentario del fondo del Valle al del Malpaís, casi caliente (última erupción del Chinyero en 1909), que encontramos todo el resto del recorrido. Así, tenemos una organización social de tierras más pobres en las que los vecinos plantaron frutales, sobre todo, higueras y almendros, unidos con suelos dedicados a legumbres y papas en los espacios abiertos a los alisios que rebosaban por el puerto de Erjos.
En muchos casos, los baldíos eran suelos del municipio que el ayuntamiento entregó en uso a los vecinos ante situaciones de hambre y penuria de alimentos; espacio que fue duramente castigado ante las demandas vecinales y las limitaciones que imponía el señorío sobre gran parte del municipio propiedad del Marqués del Valle. En otros casos, los vecinos del Valle cultivaban tierras al otro lado de la Cumbre de Abeque, hacia San José de Los Llanos y Erjos; suelos no sólo más húmedos, sino, sobre todo, con la propiedad del suelo socialmente mejor distribuida, exceptuando la Cumbre de Bolico, entre Las Portelas y Erjos. Es más, el que estuviera cultivado y limpio de maleza el espacio comprendido entre la Mesa, puerto de Erjos, Montaña Tamaseche y el pueblo de Erjos hasta la Montaña de los Guzmanes fue una garantía para la defensa contra los incendios forestales del Monte del Agua, ya que los incendios en dicha zona entran siempre con vientos Sur y Sureste.
Por todo ello, de la suerte en el cultivo de gran parte de Santiago del Teide depende indirectamente uno de los espacios de monte verde de más valor de la isla de Tenerife en el que, indudablemente, también hemos de hacer una labor de cultivo y limpieza en las tierras de Ruigómez hasta el puerto de Erjos y desde éste hasta la Degollada de Cherfe.
Querido lector y caminante, hoy hacemos camino, hacemos cultura del territorio y hacemos una reflexión del suelo que pisamos, entendiendo que la protección de la naturaleza es algo más que unas manchas de tinte sobre un mapa y unas leyes hechas en un despacho declarando categorías de protección, en las que supuestamente todo está protegido en el papel, excepto el campesino. Resulta curioso que la mayoría de los que patean la ruta del almendro han nacido al Norte de los Pirineos, en los que la cultura del campo y la naturaleza tiene arraigo y saben valorar dicho paisaje y su cultura no es sólo un problema de estómago.
Necesitamos con urgencia una nueva lectura del territorio en la que los jóvenes beban en fuentes de sabiduría popular; que aún nos quedan las bellezas del almendro en flor que está cargada de vivencias de cultura de esfuerzo; fotos todas con paisaje humanizado, cargado del calor humano que lo ha mantenido a lo largo del tiempo. Disfrutemos de las almendras y los higos pasados, del gofio y el vino de la tierra, pongamos unos gramos de la tierra de compromiso de futuro, plantando o sembrando los frutales de las próximas generaciones, y hoy demos un aplauso solidario a los que nos han dejado las luces en la noche del olvido y del malpaís, que aquí llaman manchas y que tan duramente castigaron a los moradores del territorio. Por todo ello, medio ambiente también es el corte de los escobones que ahogan los almendros y las higueras, o bien labran las tierras de La Juncia o de Erjos. Contaminemos a los jóvenes con un compromiso por el futuro del campo y los campesinos.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 8 de Febrero 2009