ESTOS DÍAS, miles de personas recorren un espacio agrario
olvidado desde hace unos treinta años en el que sobreviven unas plantas capaces
de arraigar sin la atención de los campesinos, y que en su mayoría se
encuentran rodeadas por tabaibas, escobones, zarzales, pinos y un largo número
de plantas silvestres, ya que sólo en unos pocos casos encontramos frutales
atendidos por el hombre. Un recorrido por Santiago del Teide, Guía de Isora,
Vilaflor, Garafía, Puntagorda, Tijarafe, El Paso, El Pinar y Tejeda nos enseña
cómo nuestra gente tuvo una gran sabiduría para incorporar en los lugares más
secos y de peores suelos los frutales más sufridos con menores exigencias en
suelo y humedad; almendros e higueras son plantas de los sotaventos y, sobre
todo, de malpaís y lapilli.
Almendro e higueras son las señas de identidad de una
cultura de esfuerzo y de lucha: habría que abrir zanjas y hoyos para plantar
árboles en los que habría que esperar hasta diez años para obtener los primeros
frutos, cuidarlos y defenderlos ante los animales, injertos y podas. Por todo
ello, los almendros de la foto son los sueños y el trabajo de varias
generaciones que apostaron por sustituir escobones, tabaibas y pinos por frutales,
claves en la alimentación de nuestra gente. También son parte de la referencia
de la economía autárquia pretérita de los frutales y el resultante de una
cultura y de la economía en los suelos más pobres, mientras que los suelos
ricos en arcillas los cultivos dominantes eran los cereales.
La estructura de la propiedad hasta los años cincuenta del
siglo XX hizo que casi todos pertenecieran al Marqués del Valle y la era de la
Casa del Patio -posiblemente una de las mayores eras de Tenerife- en una referencia
de la importancia económica del grano en la economía anterior a los
alumbramientos de agua y a los cultivos de regadío en la zona baja. El señorío
tenía una economía basada en el cereal y el pastoreo; una gran parte de sus
propiedades estaban dedicadas a pastos, sobre todo, en suelos más pobres y, en
consecuencia, no tenían frutales, dominando los escobones y retamas. Además,
apenas existían paredes y huertas y eran campos abiertos en los que los
medianeros pastaban los rebaños.
El recorrido del almendro en flor entre Valle Arriba y
Arguayo, rodeando la Montaña de Bilma por el Norte y el Este, reúne todas las
condiciones de paisaje, diferenciándose el suelo sedimentario del fondo del
Valle al del Malpaís, casi caliente (última erupción del Chinyero en 1909), que
encontramos todo el resto del recorrido. Así, tenemos una organización social
de tierras más pobres en las que los vecinos plantaron frutales, sobre todo,
higueras y almendros, unidos con suelos dedicados a legumbres y papas en los
espacios abiertos a los alisios que rebosaban por el puerto de Erjos.
En muchos casos, los baldíos eran suelos del municipio que
el ayuntamiento entregó en uso a los vecinos ante situaciones de hambre y
penuria de alimentos; espacio que fue duramente castigado ante las demandas
vecinales y las limitaciones que imponía el señorío sobre gran parte del
municipio propiedad del Marqués del Valle. En otros casos, los vecinos del
Valle cultivaban tierras al otro lado de la Cumbre de Abeque, hacia San José de
Los Llanos y Erjos; suelos no sólo más húmedos, sino, sobre todo, con la
propiedad del suelo socialmente mejor distribuida, exceptuando la Cumbre de
Bolico, entre Las Portelas y Erjos. Es más, el que estuviera cultivado y limpio
de maleza el espacio comprendido entre la Mesa, puerto de Erjos, Montaña
Tamaseche y el pueblo de Erjos hasta la Montaña de los Guzmanes fue una
garantía para la defensa contra los incendios forestales del Monte del Agua, ya
que los incendios en dicha zona entran siempre con vientos Sur y Sureste.
Por todo ello, de la suerte en el cultivo de gran parte de
Santiago del Teide depende indirectamente uno de los espacios de monte verde de
más valor de la isla de Tenerife en el que, indudablemente, también hemos de
hacer una labor de cultivo y limpieza en las tierras de Ruigómez hasta el
puerto de Erjos y desde éste hasta la Degollada de Cherfe.
Querido lector y caminante, hoy hacemos camino, hacemos
cultura del territorio y hacemos una reflexión del suelo que pisamos,
entendiendo que la protección de la naturaleza es algo más que unas manchas de
tinte sobre un mapa y unas leyes hechas en un despacho declarando categorías de
protección, en las que supuestamente todo está protegido en el papel, excepto
el campesino. Resulta curioso que la mayoría de los que patean la ruta del
almendro han nacido al Norte de los Pirineos, en los que la cultura del campo y
la naturaleza tiene arraigo y saben valorar dicho paisaje y su cultura no es
sólo un problema de estómago.
Necesitamos con urgencia una nueva lectura del territorio en
la que los jóvenes beban en fuentes de sabiduría popular; que aún nos quedan
las bellezas del almendro en flor que está cargada de vivencias de cultura de
esfuerzo; fotos todas con paisaje humanizado, cargado del calor humano que lo
ha mantenido a lo largo del tiempo. Disfrutemos de las almendras y los higos
pasados, del gofio y el vino de la tierra, pongamos unos gramos de la tierra de
compromiso de futuro, plantando o sembrando los frutales de las próximas
generaciones, y hoy demos un aplauso solidario a los que nos han dejado las
luces en la noche del olvido y del malpaís, que aquí llaman manchas y que tan
duramente castigaron a los moradores del territorio. Por todo ello, medio
ambiente también es el corte de los escobones que ahogan los almendros y las
higueras, o bien labran las tierras de La Juncia o de Erjos. Contaminemos a los
jóvenes con un compromiso por el futuro del campo y los campesinos.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 8 de Febrero 2009