EN LOS PRÓXIMOS días haremos un recorrido por un
paisaje cargado de un ayer, hijo de la miseria y de la opresión que pervive
hoy, y que, de repente, el visitante descubre como foco de belleza entre el
malpaís del volcán, al igual que un foco en la noche es la referencia y nos
obliga a distraer toda nuestra atención hacia lo único que rompe la inmensa
oscuridad.
Los almendros de Santiago del Teide y Guía de Isora son una
luz en la noche, un oasis en el desierto, son vida, son luz. Los árboles rompen
cargados de flores en plantas sin hojas, en un suelo en el que apenas tienen
tierra; es decir, sus raíces están entre rocas, volcán, malpaís; sus ramas están
retorcidas por los años y la dura naturaleza en la que han vivido. No sólo han
crecido en un ambiente físicamente hostil; son los únicos frutales que, unidos
a las higueras, han arraigado gracias al esfuerzo del hombre plantando y
cuidando entre piedras, sobreviviendo a sequías y demandas de alimentos para el
ganado (actividad económica básica de los habitantes de la zona desde época
guanche), siendo doblemente importante ganadería y arbolado, creando un paisaje
adehesado, hoy doblemente valorado por la función agroganadera.
Al igual que en Extremadura, aquí los alcornoques y
algarrobos son sustituidos por higueras y almendros. Estos son hijos de un
paisaje agrario de gran capacidad para gestionar un territorio de recursos
escasos para lo que ahora llamaríamos puesta en valor de unos recursos escasos.
Cada almendro, cada higuera, son años de trabajo y esfuerzo por varias
generaciones de isleños que malvivieron luchando en una naturaleza física
hostil, con importantes carencias de suelo y agua y la dura hostilidad de un
señorío que tenía de aliado al poder opresor sobre las personas y sus bienes
que les dio el desgobierno de Madrid, doblemente potenciado por el aislado
noroeste de Tenerife, en el que los señores feudales no dejaban entrar rendija
de libertad y en el que hasta el cura tuvo que dejar el pueblo huyendo del
señor de Valle Santiago.
Los almendros y las higueras son monumentos de campesinos
que plantaron, podaron, injertaron árboles que no les dieron frutos, bien
porque los señores se quedaron con todo, bien por la lentitud de su crecimiento
y desarrollo y que nosotros podemos disfrutar hoy de su belleza, de su sombra,
su fruta sin que nos pidan nada. Son también una referencia del esfuerzo, de la
solidaridad, del compromiso de futuro de las generaciones que nos han dejado
frutales, muros, paredes, pasiles, eras, majanos y un largo patrimonio de
mejoras que permiten disponer del nivel de bienestar que hoy alcanzamos, en el
que las galerías para el alumbramiento de aguas son los más destacados, unido
con la mejora en las condiciones y la distribución social de los recursos
(afortunadamente, el poder del señorío hoy es historia). Sin embargo, no hemos
puesto en valor gran parte del paisaje agrario hoy olvidado. Las almendras y
los higos pasados que demanda la Isla vienen de California o de Turquía y
nuestros jóvenes no valoran paisaje, cultura, ni los aspectos económicos del
mismo. Lamentablemente, han sido los de fuera del lugar los que han contribuido
al reconocimiento, a la valoración del mismo.
Este año celebramos el duodécimo aniversario de las Rutas
del Almendro en Flor, organizadas por el Ayuntamiento de Santiago del Teide,
con un apoyo al conocimiento, a la puesta en valor del almendro y la higuera,
potenciando los recorridos, los encuentros con el emblemático pueblo guanche de
Arguayo, la limpieza de caminos y frutales, incluso la plantación de nuevos
frutales, iniciativa en la que participa también el Cabildo, junto al
Ayuntamiento, y la limpieza y poda, para apoyar a los agricultores que vuelvan
al encuentro con el campo. También tenemos que agradecer a la cooperativa El
Cardón el esfuerzo que hace para divulgar los conocimientos de la ruta del
almendro en una comunicación viva y didáctica de un paisaje en el que hablan
las piedras cuando pisamos con cultura agraria en los ásperos malpaíses
humanizados por unos campesinos ignorados y maltratados por la historia y los
señores del Valle. Los recorridos son, entre otras cosas, un reconocimiento de
un pasado ignorado en la historia de nuestro pueblo; y son también una lección
de una naturaleza domesticada por el hombre en la que agricultura es cultura,
es economía y también arte en ese difícil equilibrio entre hombre y naturaleza.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 25 de Enero 2009