domingo, 25 de enero de 2009

De señores y campesinos


EN LOS PRÓXIMOS días haremos un recorrido por un paisaje cargado de un ayer, hijo de la miseria y de la opresión que pervive hoy, y que, de repente, el visitante descubre como foco de belleza entre el malpaís del volcán, al igual que un foco en la noche es la referencia y nos obliga a distraer toda nuestra atención hacia lo único que rompe la inmensa oscuridad.

Los almendros de Santiago del Teide y Guía de Isora son una luz en la noche, un oasis en el desierto, son vida, son luz. Los árboles rompen cargados de flores en plantas sin hojas, en un suelo en el que apenas tienen tierra; es decir, sus raíces están entre rocas, volcán, malpaís; sus ramas están retorcidas por los años y la dura naturaleza en la que han vivido. No sólo han crecido en un ambiente físicamente hostil; son los únicos frutales que, unidos a las higueras, han arraigado gracias al esfuerzo del hombre plantando y cuidando entre piedras, sobreviviendo a sequías y demandas de alimentos para el ganado (actividad económica básica de los habitantes de la zona desde época guanche), siendo doblemente importante ganadería y arbolado, creando un paisaje adehesado, hoy doblemente valorado por la función agroganadera.
Al igual que en Extremadura, aquí los alcornoques y algarrobos son sustituidos por higueras y almendros. Estos son hijos de un paisaje agrario de gran capacidad para gestionar un territorio de recursos escasos para lo que ahora llamaríamos puesta en valor de unos recursos escasos. Cada almendro, cada higuera, son años de trabajo y esfuerzo por varias generaciones de isleños que malvivieron luchando en una naturaleza física hostil, con importantes carencias de suelo y agua y la dura hostilidad de un señorío que tenía de aliado al poder opresor sobre las personas y sus bienes que les dio el desgobierno de Madrid, doblemente potenciado por el aislado noroeste de Tenerife, en el que los señores feudales no dejaban entrar rendija de libertad y en el que hasta el cura tuvo que dejar el pueblo huyendo del señor de Valle Santiago.
Los almendros y las higueras son monumentos de campesinos que plantaron, podaron, injertaron árboles que no les dieron frutos, bien porque los señores se quedaron con todo, bien por la lentitud de su crecimiento y desarrollo y que nosotros podemos disfrutar hoy de su belleza, de su sombra, su fruta sin que nos pidan nada. Son también una referencia del esfuerzo, de la solidaridad, del compromiso de futuro de las generaciones que nos han dejado frutales, muros, paredes, pasiles, eras, majanos y un largo patrimonio de mejoras que permiten disponer del nivel de bienestar que hoy alcanzamos, en el que las galerías para el alumbramiento de aguas son los más destacados, unido con la mejora en las condiciones y la distribución social de los recursos (afortunadamente, el poder del señorío hoy es historia). Sin embargo, no hemos puesto en valor gran parte del paisaje agrario hoy olvidado. Las almendras y los higos pasados que demanda la Isla vienen de California o de Turquía y nuestros jóvenes no valoran paisaje, cultura, ni los aspectos económicos del mismo. Lamentablemente, han sido los de fuera del lugar los que han contribuido al reconocimiento, a la valoración del mismo.
Este año celebramos el duodécimo aniversario de las Rutas del Almendro en Flor, organizadas por el Ayuntamiento de Santiago del Teide, con un apoyo al conocimiento, a la puesta en valor del almendro y la higuera, potenciando los recorridos, los encuentros con el emblemático pueblo guanche de Arguayo, la limpieza de caminos y frutales, incluso la plantación de nuevos frutales, iniciativa en la que participa también el Cabildo, junto al Ayuntamiento, y la limpieza y poda, para apoyar a los agricultores que vuelvan al encuentro con el campo. También tenemos que agradecer a la cooperativa El Cardón el esfuerzo que hace para divulgar los conocimientos de la ruta del almendro en una comunicación viva y didáctica de un paisaje en el que hablan las piedras cuando pisamos con cultura agraria en los ásperos malpaíses humanizados por unos campesinos ignorados y maltratados por la historia y los señores del Valle. Los recorridos son, entre otras cosas, un reconocimiento de un pasado ignorado en la historia de nuestro pueblo; y son también una lección de una naturaleza domesticada por el hombre en la que agricultura es cultura, es economía y también arte en ese difícil equilibrio entre hombre y naturaleza.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 25 de Enero 2009