La actividad ganadera y la agricultura siempre han estado
vinculadas en la historia del hombre. En el caso canario, la complementariedad
de la ganadería con la agricultura ha sido básica. Así por ejemplo, el ganado
vacuno ha tenido un papel importante, pues no solo nos aporta leche y carne
sino el estiércol para mantener la fertilidad en nuestros campos y por supuesto
el trabajo hasta la reciente mecanización del agro isleño. Por ejemplo, la isla
de Tenerife tenía en los años cincuenta algo más de 52.000 cabezas de ganado
vacuno. Con más de siete mil vacas en municipios como en La Laguna o cuatro mil
seiscientas en la comarca de la Isla Baja. En un corto periodo de tiempo, el
abandono del campo y la crisis agraria hace que en los momentos actuales
tengamos en Tenerife unas 4.500 cabezas de vacuno, pero de ese total sólo se
destinan al ordeño, es decir a la producción de leche, unas 1.300; es decir,
que hoy tenemos en la isla picuda más caballos de paseo que vacas para producir
leche. La cultura del ocio se ha impuesto sobre una actividad básica en el
campo, como es la agricultura y su complementaria actividad ganadera. Es en
este marco en el que queremos situar las siguientes líneas.
Los tiempos que se nos presentan nos obligan a mirar para el campo con otra
lectura que la que se ha hecho en los últimos años. El campo no puede continuar
como una actividad marginal en una isla en la que tenemos más de cien mil
parados, importamos más del 90% de los alimentos que demandamos. El campo puede
ofrecer un número importante de puestos de trabajo, aparte de cubrir las
demandas de nuestros estómagos. El campo es también paisaje, medio ambiente y
sobre todo, con las tierras cultivadas, tenemos un menor peligro para los
incendios que no solo se producen en las zonas forestales, sino sobre todo en
las medianías abandonadas en torno a las zonas pobladas. La cultura del ocio ha
dominado estos años, acrecentando las tierras balutas (abandonadas). Si tenemos
en cuenta lo que ha ocurrido en los últimos años en el mundo rural, se dan
casos como que en toda la isla de La Palma tengan veintiuna vacas de ordeño en
el 2010; pero más de 300 caballos para recreo; y municipios como Garafía, uno
de los mejores territorios con posibilidades ganaderas de Canarias, en los que
no había ni una sola vaca de ordeño. Por ello, queridos lectores, nos toca
hablar de un modelo económico que no solo revalorice y dignifique el campo con
una cultura del mundo rural que nos acerque al futuro sin descuidar el ayer,
porque tanto desde un punto de vista de sostenibilidad ambiental como de
compromiso con el futuro, tenemos que hablar del campo con un modelo que de
ninguna manera puede separar medio ambiente, agricultura y ganadería y, en
consecuencia, alejarnos de un espejismo en el que hemos vivido estos años en el
que el campo se asociaba al pasado, a la pobreza y a la miseria. En ese marco,
los animales de ocio alimentados en muchos casos con forrajes de importación,
quedarán como algo de un pasado alegre con poco compromiso con el mundo rural;
pues los caballos de antaño eran sinónimo de minorías ociosas, puesto que los
animales de carga de nuestras islas fueron los mulos y los burros. Se debe
reconvertir el campo en una actividad que vuelva a armonizar agricultura y
ganadería. No como hasta ahora, donde parte de una burocracia ha cargado de
papeles y de dificultades a muchos de nuestros ganaderos, con normas
inaplicables en nuestro territorio, exigiendo en muchos casos instalaciones que
no están al alcance del bolsillo de nuestros campesinos, con unas normas que
llegan a pedir e, incluso, depuradoras para los purines de nuestras granjas, o
señalan que el estiércol contamina el agua de nuestros acuíferos; o como se han
dado casos de denunciar un simple gallinero por la supuesta alteración de la
tranquilidad de las madrugadas por el supuesto canto de los gallos. Es decir,
la actividad primaria se ubica en un marco de leyes alejadas de las demandas y
las necesidades, no sólo de nuestros campesinos, sino del más lógico sentido
común en un territorio en el que medio ambiente, agricultura y ganadería y la
convivencia de dos millones de personas nos obligan a plantearnos una gestión
armónica. Por supuesto, el ocio ha de convivir con la necesidad de cada día y
en la que sin lugar a dudas los caballos tienen un hueco o un espacio, pero de
ninguna manera pueden ser preponderantes ante una actividad como la ganadería y
en este caso, el vacuno, que ha jugado un papel tan significativo y tan
importante en estos últimos quinientos años. Por ello, queridos lectores, el
modelo económico vigente tiene que dar un giro para los tiempos que se nos
presentan y entre ellos está revalorizar la agricultura y la ganadería como
elemento clave para la alimentación de nuestro pueblo, tanto por razones
ambientales, como sociales. Generar puestos de trabajo y reequilibrar los
asentamientos de población que hacen que numerosas zonas rurales de momento
esté mantenida con el esfuerzo de los pensionistas.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 10 de Diciembre 2011