EL PASADO 18 de abril contemplamos cómo la caída de los
aranceles comerciales al arroz en Haití y las papas en Canarias habían
arruinado a los agricultores isleños. Hoy comentamos un planteamiento que tiene
fundamento en los tiempos que corren, pues ya todos asumimos que el
calentamiento del planeta y sus consecuencias en la ecología y en la economía,
en eso que ahora llamamos cambio climático, han dejado de ser una abstracción
intelectual de tertulias en los foros aislados para empezar a asumir que el uso
y el abuso de los combustibles fósiles lo palpamos en la realidad de cada día
en distintos puntos de la Tierra.
Esta situación se hace de más actualidad después de la
sorpresa que nos ha dado el volcán de Islandia. Es decir, que la naturaleza
tiene sus leyes y nosotros debemos ser más humildes. Por ello, los
planteamientos dominantes hasta el momento sobre la globalización de la
economía y las ideas, hoy son más frágiles que ayer, sobre todo, por la gran
dependencia que tenemos de los combustibles fósiles que nos permiten consumir
en Canarias kiwis de Nueva Zelanda, manzanas y uvas de Chile, almendras e higos
pasados de California y papas de Israel o Egipto, por citar algunos ejemplos.
Resulta curioso que el Premio Nobel de Economía de 2008,
Paul Krugman, nos dé una lección sobre el cambio climático y proponga, como
economista, un nuevo arancel sobre la producción de CO2. E incluso reconozca
que el calentamiento del planeta empobrece el PIB de todo el globo, incluido el
Suroeste de la mayor potencia mundial en la que el señor Bush planteaba que el
mercado era el rey absoluto del universo y que todo debía girar en torno al
mismo. Ahora Obama es más humilde y, posiblemente, más realista y, en
consecuencia, el Premio Nobel se atreve con que las mecas del futuro no están
en las cumbre de Doha ni en otras mecas de liberalismo planetario.
Por ello, estas líneas quieren, una vez más, incorporar la
necesidad que tenemos de acercarnos a lo pequeño, a lo local, tanto en los
aspectos ambientales como en la producción de alimentos que demandamos cada día
en nuestras casas. Es decir, que el campo que en Canarias continúa en una
crisis profunda, tiene que recuperar gran parte del protagonismo que ha perdido,
no sólo por razones económicas y ambientales, sino como tema estratégico y,
sobre todo, por esta lección de costes ambientales en la que el transportar
alimento desde los lugares más alejados del planeta tiene, entre otras cosas,
una producción de CO2, tanto para mantenerlos en frío como para acercarlos a
nuestras casas. En consecuencia, nuestra agricultura, con unos aranceles
ambientales, sí puede ser rentable ante esta situación de dumping económico y
social que tanto daño le ha hecho al sector primario de Canarias en los últimos
años.
Ello requiere una política de inversiones, educación y
mentalización hacia el campo y, por supuesto, hacia la alimentación de nuestra
gente, que hoy, desgraciadamente, hemos perdido en este marco de la playstation
y de supuestos magos vestidos o disfrazados con trajes hechos en China. Es
decir, que mirar para el campo, para la tierra, para la cultura de nuestros
queridos magos -los que están pegados al surco- no es sinónimo del pasado,
ignorancia y miseria; es también recuperar una sabiduría popular sobre los
cultivos, el medio y la naturaleza y, sobre todo, alimentarnos con productos
más sanos y que generen menos huella ecológica en eso que hablamos de la
sostenibilidad y de un mundo más estable social y ambientalmente.
En este nuevo marco, las papas producidas en Canarias pueden
ser rentables y nuestro campo lo podríamos mirar con otros ojos, tanto
ambiental como socialmente. Es decir, como bien plantea el Premio Nobel de
Economía, la política ambiental debe tener más peso que los mercados. Si Obama
entiende que el mercado no es la única referencia en la sociedad
norteamericana, país de ingentes recursos, qué podemos decir nosotros en un
territorio fragmentado y atomizado como Canarias. La sostenibilidad depende en
gran medida de rescatar la agricultura y la ganadería local para revalorizar
ese trabajo y reducir, a través de los aranceles económicos y el control
fitosanitario de los productos, la dependencia del exterior. De lo contrario,
vamos a continuar sufriendo una situación muy dura en nuestras islas.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 2 de Mayo 2010