QUERIDO LECTOR, estos días han publicado los medios de
comunicación unas declaraciones del ex presidente de los Estados Unidos Bill
Clinton sobre una decisión tomada en 1995, cuando Jean Bertrand Aristide
presidía Haití tras superar un golpe de Estado. Clinton le pidió, en nombre del
FMI (Fondo Monetario Internacional) y Banco Mundial, que liberalizara el
comercio de arroz y bajara las tasas aduaneras del 50 al 3%, con lo que el
arroz subvencionado norteamericano era un 40% más barato que el haitiano. Tal
decisión de Clinton significó, entre otras cosas, que el país caribeño pasara
de autoalimentarse con producción local en más de un 80%, a una dependencia del
exterior superior al 50%, pasando de autoabastecerse en arroz a la necesidad de
importar más del 80%.
Miles de agricultores empobrecidos huyeron para Puerto
Príncipe y los procesos erosivos se hicieron con las tierras que cultivaban
unos campesinos que no podían competir con los granjeros de Arkansas (Estado
natal de Bill Clinton), apoyados por el liberalismo y el Banco Mundial. Tal
decisión destruyó un cultivo, y en consecuencia, paisaje y cultura del
territorio, potenciando dependencia y miseria en los haitianos. Bill Clinton ha
tenido la valentía de reconocerlo al visitar recientemente la isla caribeña
como representante de la ONU, pero dudamos que ese arrepentimiento sea algo más
que una mera declaración, mientras el Banco Mundial y la llamada globalización
continúan olvidando lo pequeño, lo local, lo nuestro.
Aquí tenemos un ejemplo muy próximo al ocurrido con el arroz
en Haití. Este año se han importado en Canarias varios millones de kilos de papas
con costes al consumidor del 0,20 euros/kilo, situación que deja en la ruina a
los agricultores locales. Si los fletes entre Canarias y la Península superan
los 0,10 euros/kilo y entre Canarias y Southampton un kilo de tomates, por
ejemplo, paga de flete 0,14 euros/kilo, ¿cómo es posible la venta a los precios
comentados?
Esto nos plantea algunas cuestiones: ¿cómo podemos entender
que la ministra de Agricultura española, Elena Espinosa, y la vicepresidenta
María Teresa Fernández de la Vega hablen de bajar los aranceles a los productos
agrarios y ganaderos como han planteado para los plátanos? ¿Esas papas que
vienen del Reino Unido, supuestamente recién recogidas de la tierra, son
realmente de Inglaterra o provienen de alguna parte del sur del mediterráneo,
zona que, por cierto, no está en la Unión Europa y que aquí parece que están
entrando con arancel cero? ¿O es que el clima ha cambiado en las Islas
Británicas y ya se puede cosechar papas durante su duro invierno?
Volvamos a las papas. En los últimos años hemos pasado de
cultivar más de 15.000 ha a unas 4.000 en los momentos actuales -menos de un
tercio-, cantidad que no da para cubrir ni el 50% de la demanda local en los
momentos actuales, cuando antaño incluso exportábamos nuestros tubérculos.
Las papas son también cultura, paisaje y medio ambiente,
manteniendo las tierras libres de combustible en los veranos, lo que favorece
la prevención de incendios forestales. Unido a ello, juegan un papel básico en
la estabilidad social en gran parte del medio rural. Debemos saber que producir
un kilo de papas en Canarias en estos momentos cuesta en torno a 0,40 euros y
con los actuales planteamientos de la libre circulación sin aranceles hace que
dicho cultivo sea ruinoso. Es más, importaciones como las comentadas, es decir,
en sistemas dumping (venta a bajo precio de las mercancía de un país en otro,
con lo que se pone en desventaja dichos productos en el otro país) -como el
arroz en Haití- están arruinando -en nombre de la globalización- a los
agricultores locales, ya que la libre circulación de mercancías y personas no
existe en ningún sitio del mundo, ni tan siquiera en el país más defensor del
librecambio como USA, en el que los aranceles y los controles fitosanitarios
son duros. O como hace Japón con el arroz o China con los productos
agroganaderos o la Unión Europea con el calzado y textiles del sureste
asiáticos -Vietnam y China-. Es decir, el supuesto planteamiento de libres de
aranceles no existe en ningún sitio del mundo, salvo en los países arruinados
por las multinacionales.
La crisis de la agricultura y ganadería no sólo hipoteca el
futuro de nuestra tierra y su gente, sino que nos hace cada día más frágiles en
lo ambiental y más dependientes en lo económico. Y lo que es peor: nos
empobrece social y culturalmente, algo que está relacionado con los
planteamientos del doctor Maceiras al hablar de la salud, la obesidad y la
diabetes, que está en gran medida relacionada con la comida basura, alejada
ésta de nuestra tierra y de la producción local.
La globalización sin entender al hombre y lo local es un
nuevo colonialismo de las multinacionales que arruina lo familiar y lo pequeño
para imponer un mundo insolidario, egoísta e insostenible como de hecho ocurrió
con el pueblo de Haití y sus cultivos. Ahora no tienen ni agricultores que
produzcan arroz ni dinero para comprar el mismo. Lo que planteó en su momento
el sacerdote-presidente Aristide es un ejemplo de defensa de intereses locales
ante eso que llaman libre comercio, modernidad y globalización, aunque dicha defensa
le costó el puesto, debido a los intereses norteamericanos. La frase que
pronunció Confucio hace 2.500 años -"no regales el pescado, enséñale a
pescar"- es de total actualidad para nuestros agricultores y sus papas, ya
que con los actuales precios, es comida para hoy y hambre para mañana.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Abril 2010