domingo, 1 de noviembre de 2009

Hambre en el Paraíso


QUERIDO lector, pocas veces en la historia de la Humanidad los acontecimientos sociales y económicos se producen a un ritmo tan acelerado como lo que ocurre en los tiempos actuales, donde la llamada aldea global y el bienestar para "todos", en la que hemos soñado un supuesto paraíso, no se da ni en lo global ni en lo local. Las desigualdades no hacen más que crecer en los últimos años y la circulación de los capitales y las mercancías y el levantamiento de barreras de protección están creando situaciones ambientales y sociales preocupantes en todo el planeta.

Por ello, esta semana pasada, que se celebró el día contra el hambre en el mundo, se ha puesto de manifiesto que más de 1.500 millones de seres humanos carecen de lo más elemental. Sin embargo, la supuesta lucha contra el hambre preveía acabar con la misma antes de 2020. Nada más lejos de la realidad: el número de personas que sufren las injusticias y las penurias está en aumento y no en retroceso.
Aquellos que desde el mundo rico soñaban con la abundancia y las montañas de alimentos y, en consecuencia, pensaban que dejaría de haber hambre en el mundo, en la que el principal elemento era homogeneizar ideas, pensamientos y, por supuesto, circulación de personas y mercancías en todo el planeta, ven que cada día están naciendo nuevas barreras, nuevas murallas, aunque haya reuniones defensoras del supuesto del libre comercio, como la Ronda de Doha.
Por ello, lo que está ocurriendo en nuestra Europa en estos últimos días no deja de ser expresivo. El señor Sarkozy ha propuesto el día 27 del corriente más de 1.600 millones de euros de ayuda para los agricultores franceses; situación que también se ha producido en la fabricación de automóviles en Alemania, España y Francia. Sin embargo, los agricultores españoles han perdido en los últimos años más de un 30 por ciento de poder adquisitivo y no reciben ninguna contrapartida en nombre de la supuesta "libre" competencia que Sarkozy no respeta al norte de los Pirineos.
Esta situación se agudiza en Canarias, en la que el agro sigue perdiendo efectivos humanos y recursos económicos. Y aquellos que nos han dicho que el campo iba a mejorar a base de la agroquímica, genética y mecanización y supuestas ayudas comunitarias, cada día nos dejan en la estacada al ver que lo que está ocurriendo en nuestro medio rural es todo lo contrario. Es más, si los sueños tecnológicos no resuelven los problemas, aún menos lo harán las relaciones internacionales en las que en estos momentos están ocurriendo situaciones muy serias en países como China, India, Japón e incluso Estados Unidos, que siguen aplicando barreras arancelarias y fitosanitarias a la importación de determinados productos agrarios.
Por otra parte, se está dando un nuevo colonialismo en nuestras proximidades con la compra de suelo agrario. Sólo China ha comprado en los últimos años -después de la crisis de los alimentos del 2006 y 2007-, y según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) más de 2,7 millones de hectáreas, principalmente en África, siguiendo a continuación con la compra de suelo agrícola en países como Corea del Sur, Emiratos Árabes, Arabia Saudí, etc. Como vemos, el tema de la alimentación en el mundo, y en consecuencia, del suelo como bien estratégico, está siendo en estos momentos una referencia básica para el futuro de la Humanidad dados los problemas que se están generando en la producción de alimentos, más allá de los biocombustibles.
Además, la Europa comunitaria defensora, supuestamente, del libre cambio -como de hecho ocurre con las propuestas hacia los plátanos-, está en estos momentos defendiendo aplicar al calzado de piel importado de China y Vietnam un aumento del 10 al 16 por ciento de los aranceles. Es decir, el proteccionismo está surgiendo precisamente en los países más ricos o en los emergentes como señalamos anteriormente. Mientras, en nuestro archipiélago, tanto en el Plan Canarias como en las últimas enmiendas propuestas en Madrid, apenas tienen en cuenta la defensa, el cuidado y la potenciación del sector primario. Éste no sólo es clave para producir alimentos, sino también como mantenedor de un paisaje, de una cultura y que, sobre todo, evite los incendios dada la maleza que cubre la mayor parte de las tierras abandonadas.
No es entendible que se pongan importantes recursos públicos al campo o la industria en la Unión Europea, y aquí no podamos proteger a los ganaderos y agricultores de las Islas con aportaciones públicas. Y aún lo es menos que nuestros campesinos tengan menos protección que los lagartos de Salmor o la paloma rabiche y que se vean atrapados en una telaraña de leyes, reglamentos y ordenanzas que apenas les permiten desarrollar su labor. Estas líneas quieren sumarse, una vez más, a la defensa por un cambio de actitud social, económica y ambiental hacia el agro y, sobre todo, hacia los hombres y mujeres que continúan en peligro de extinción si no cambian los actuales parámetros económicos y sociales hacia el campo y su gente.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Noviembre 2009