domingo, 29 de noviembre de 2009

El agua y la sabiduría popular


LA PASADA semana, la naturaleza nos ha dado una lección y nos ha recordado lo poco que sabemos de nuestro territorio, y lo que es peor, lo mal que tratamos la sabiduría popular, porque ya dice un proverbio popular: cuando del Este llueve las piedras mueve. Aunque parezca contradictorio, la borrasca entró por el Suroeste y el anticiclón que estaba sobre las islas orientales y África hizo que retrocediera y entrase de Noreste.

Hagamos una breve descripción del fenómeno para entender lo sucedido. En el Valle de La Orotava entró del Noreste y descargó 185 litros en Las Llanadas al chocar con la Ladera de Tigaiga, mientras que en Aguamansa, al Este, dejó 94 litros. Sin embargo, en Izaña, a más de 2.000 metros de altura, apenas cayeron 0,6 litros, produciéndose la descarga en la mitad de la ladera (día 16 de noviembre durante tres horas de tarde). El anticiclón sobre El Sahara frenó el avance hacia el Este y la masa del aire húmedo volvió hacia atrás, chocando con la ladera y descargando en la zona media. A esto hay que añadirle que el viento no la empujó ni tan siquiera hacia la cumbres, localizándose el centro en la descarga entre Santa Úrsula y La Guancha, aunque alcanzó desde Anaga a Teno, dejando fuera de la zona de influencia las cumbres y todo el sotavento de la Isla, exceptuando una pequeña entrada al Valle de Güímar.
Otro factor importante en dicho episodio fue la falta de lluvia en todo el otoño, lo que ha provocado una carencia de cobertura vegetal, y en consecuencia, una mayor capacidad para la erosión, sobre todo, en los suelos labrados, faltando en la mayoría de los casos prácticas de antaño ahora olvidadas, como el mantenimiento de tornas o sangradera en las huertas cultivadas, setos o vallados con vegetación en los ribanzos o ribazos, o bien levantamientos de pared en las nuevas huertas sorribadas, etc. Nuestra orografía y sus pendientes y un territorio densamente poblado hicieron el resto.
Es posible que la memoria histórica contribuya a un mejor uso del territorio. Tanto en la riada del 31 de marzo de 2002 en Santa Cruz, como ahora en el Norte de la Isla, hemos de analizar situaciones que salen mejor paradas, como son Igueste de San Andrés, que apenas afectó a las viviendas el 31 de marzo. Posiblemente en este caso hubo un mayor respeto a los consejos de los viejos del lugar a la hora de ubicar las viviendas en la vera del barranco. Sin embargo, ¿se produce dicha situación en La Guancha? Los guancheros, que sufrieron el aluvión del 7 de noviembre de 1826 con más de 57 vidas por la riada, tal vez aprendieron a localizar el pueblo en el núcleo más alto protegido de los barrancos.
Ahora nos toca analizar el puente de la autovía del Norte, a la altura del pueblo de San Juan de La Rambla. Debemos plantear si es el adecuado para un barranco que nace en la Fortaleza a 2.100 metros de altura y que se colmató de grava en las lluvias caídas, sólo en la cuenca media y baja. Esta situación debemos analizarla también en el Valle de La Orotava y Los Realejos, sobre todo, el barranco de la Raya y sus incipientes afluentes, apenas encauzados; o lo que ocurre en la autopista en el Valle, en particular entre Las Arenas y el Mayorazgo, con problemas serios en la canalización de los barrancos.
En todos los casos, hay que señalar que tenemos 5.000 kilómetros de barrancos y que es imposible que ninguna Administración pueda tener barridas esas cuencas, no sólo ya por un tema de costes, sino porque la naturaleza es caprichosa, pues en los barrancos de La Chaurera, Obismo y Mesa se habían hecho importantes obras de limpieza y mejoras de cuenca tras el incendio de 2007. Sin embargo, el agua estuvo a punto de anegar todo el casco de San Juan de La Rambla sólo con las precipitaciones en la zona baja. No queremos pensar lo que habría ocurrido si las mismas se hubiesen producido en las cumbres y en horas de la noche.
Por lo tanto, la naturaleza nos obliga a ser más humildes y responsables. Los barrancos los limpiaba antes la actividad humana y, aún así, daban problemas, como ocurrió en 1826, cuando murieron unos 300 vecinos de la Isla con una población que seguramente no era ni el 10% de la actual. Pongamos como ejemplo lo que ocurría con los arundo dónax cañaverales. Antes los limpiaban los campesinos para múltiples usos, incluidas las cañas para pescar, y ahora las compramos en las tiendas de deportes y demandamos que papá o mamá Administración barra los barrancos cada mañana.
Todos somos hijos del medio ambiente y ahora parece que sólo nos valen unas leyes hechas con una cultura de despacho para gestionar la naturaleza, con unos supuestos defensores que ignoran gran parte de lo que ocurre en el territorio y que ponen limitaciones al levantamiento de una pared, o incluso a la eliminación de vegetación por planteamientos supuestamente proteccionistas, como de hecho nos ha ocurrido hace poco, con el corte de tabaibas, como plantas protegidas de la flora vascular. Aprendamos la lección, ya que, aunque algunos no lo crean, hemos tenido mucha suerte en esta ocasión.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 29 de Noviembre 2009