domingo, 3 de mayo de 2009

Crisis alimentaria o crisis sanitaria


EN LOS ÚLTIMOS AÑOS hemos sufrido numerosas situaciones en las que aparece la salud y la relación con los animales; seres domesticados por el hombre desde la noche de los tiempos y que, indudablemente, han sufrido enfermedades en las que hasta hace poco nadie conocía en sus relaciones con el hombre y, sobre todo, como ocurre ahora, en la que las mismas se transmiten entre los hombres. Por ello, la fiebre de las vacas locas, la fiebre aviar o la fiebre porcina son elementos novedosos en temas de salud y más allá de las opiniones que tengan los galenos al respecto, parece claro que las mismas tienen que ver con la desnaturalización de la vida y alimentación de los animales.

Esta artificialidad se debe a la supuesta rentabilidad económica en la que todo tiene que producirse en menor tiempo y con menores costes. Por ello, hemos alterado la genética, la alimentación y toda una serie de hábitos que han tenido que ver con cada una de las especies para conseguir crecimientos más rápidos e, incluso, como ocurre con numerosas plantas, la alteración genética de las mismas hace que éstas resistan a plagas, sequías o incluso sus genes modificados han alterado de manera sustancial su conservación, calidad, etc. Por ello, maíz, tomates o fresas han cambiado en los últimos años de lo que conocíamos en su mundo original nada más que hace 30 años.
Es en este marco en el que debemos situar lo que ocurre en estos momentos con la fiebre porcina, pues los sistemas de cría, engorde y alimentación se han modificado de manera sustancial. Así, por ejemplo, una vaca que producía hace unos años 3.000 ó 4.000 litros de leche anualmente, ahora se sitúan en 11.000 litros. Es decir, más de un litro por hora. La vaca se ha convertido en un pequeño manantial y, por si fuera poco, le decimos al ganadero que para que la explotación sea "rentable", en la Unión Europea ha de tener más de 100 vacas para que con los precios ridículos que le pagamos por 1 litro de leche -entre 30 y 50 céntimos- pueda vivir una familia.
Por si fuera poco, estamos engordando terneros sin ponerles ningún tipo de pastos. Es decir, hemos superado y sustituido la rumia, tan importante para los mismos, por unos alimentos que alteran totalmente su sistema biológico. Es en este estado de cosas en la que hay pollos engordados con harina de carne y otra serie de alteraciones en la alimentación y en la biología propia de los laboratorios y alejada de la naturaleza de los mismos.
Nos encontramos ante una situación complicada en la que hemos querido encontrar en las farmacias y laboratorios gran parte de lo que le hemos robado a la naturaleza. Es más, hemos establecido normas para la cría y engorde en la Unión Europea que luego no aplicamos a los productos de terceros países que sí importamos para alimentarnos nosotros. Así, por ejemplo, las normas que se están aplicando en Europa a los pollos no son las mismas con las que los cuidan en Brasil, país del que importamos en Canarias más de 34 millones de kilos al año o lo que es lo mismo, unos 17 kilos por habitante.
Estas líneas lo que pretenden es que hagamos una reflexión sobre el campo y la naturaleza, sobre la alimentación y la salud, sobre el hombre y sus prioridades. Ahora quieren establecer barreras en torno a México, convirtiendo a un país de 2 millones de kilómetros cuadrados y 105 millones de habitantes en una isla, que no van a resolver los problemas que está generando un modelo de vida alejado de los problemas sociales y ambientales, en la que hemos de volver a la naturaleza y revalorizar el campo y a los campesinos. Hay que dejar el mundo industrial para las industrias mecánicas y químicas y mirar y cuidar la naturaleza con las leyes que la misma estableció a lo largo de los tiempos y no como se quiere en estos momentos de producir, incluso, fresas con genes de pescados adaptados al frío, o maíz con genes que eliminan el taladro del mismo. Al final de todo esto, no conocemos todas las incógnitas que nos va a deparar esta artificialidad productivista y mercantilista de la naturaleza y el perjuicio que ello conlleva para nuestra salud. Los problemas de la contaminación biológica pueden alcanzar magnitudes no controladas por los creadores de estos productos de laboratorio, por lo que el apoyo a la agricultura y a la ganadería local es una garantía no sólo alimenticia sino de salud.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 3 de Mayo 2009