EN LOS ÚLTIMOS AÑOS hemos sufrido numerosas situaciones
en las que aparece la salud y la relación con los animales; seres domesticados
por el hombre desde la noche de los tiempos y que, indudablemente, han sufrido
enfermedades en las que hasta hace poco nadie conocía en sus relaciones con el
hombre y, sobre todo, como ocurre ahora, en la que las mismas se transmiten entre
los hombres. Por ello, la fiebre de las vacas locas, la fiebre aviar o la
fiebre porcina son elementos novedosos en temas de salud y más allá de las
opiniones que tengan los galenos al respecto, parece claro que las mismas
tienen que ver con la desnaturalización de la vida y alimentación de los
animales.
Esta artificialidad se debe a la supuesta rentabilidad
económica en la que todo tiene que producirse en menor tiempo y con menores
costes. Por ello, hemos alterado la genética, la alimentación y toda una serie
de hábitos que han tenido que ver con cada una de las especies para conseguir
crecimientos más rápidos e, incluso, como ocurre con numerosas plantas, la
alteración genética de las mismas hace que éstas resistan a plagas, sequías o
incluso sus genes modificados han alterado de manera sustancial su
conservación, calidad, etc. Por ello, maíz, tomates o fresas han cambiado en
los últimos años de lo que conocíamos en su mundo original nada más que hace 30
años.
Es en este marco en el que debemos situar lo que ocurre en
estos momentos con la fiebre porcina, pues los sistemas de cría, engorde y
alimentación se han modificado de manera sustancial. Así, por ejemplo, una vaca
que producía hace unos años 3.000 ó 4.000 litros de leche anualmente, ahora se
sitúan en 11.000 litros. Es decir, más de un litro por hora. La vaca se ha
convertido en un pequeño manantial y, por si fuera poco, le decimos al ganadero
que para que la explotación sea "rentable", en la Unión Europea ha de
tener más de 100 vacas para que con los precios ridículos que le pagamos por 1
litro de leche -entre 30 y 50 céntimos- pueda vivir una familia.
Por si fuera poco, estamos engordando terneros sin ponerles
ningún tipo de pastos. Es decir, hemos superado y sustituido la rumia, tan
importante para los mismos, por unos alimentos que alteran totalmente su
sistema biológico. Es en este estado de cosas en la que hay pollos engordados
con harina de carne y otra serie de alteraciones en la alimentación y en la
biología propia de los laboratorios y alejada de la naturaleza de los mismos.
Nos encontramos ante una situación complicada en la que
hemos querido encontrar en las farmacias y laboratorios gran parte de lo que le
hemos robado a la naturaleza. Es más, hemos establecido normas para la cría y
engorde en la Unión Europea que luego no aplicamos a los productos de terceros
países que sí importamos para alimentarnos nosotros. Así, por ejemplo, las
normas que se están aplicando en Europa a los pollos no son las mismas con las
que los cuidan en Brasil, país del que importamos en Canarias más de 34
millones de kilos al año o lo que es lo mismo, unos 17 kilos por habitante.
Estas líneas lo que pretenden es que hagamos una reflexión
sobre el campo y la naturaleza, sobre la alimentación y la salud, sobre el hombre
y sus prioridades. Ahora quieren establecer barreras en torno a México,
convirtiendo a un país de 2 millones de kilómetros cuadrados y 105 millones de
habitantes en una isla, que no van a resolver los problemas que está generando
un modelo de vida alejado de los problemas sociales y ambientales, en la que
hemos de volver a la naturaleza y revalorizar el campo y a los campesinos. Hay
que dejar el mundo industrial para las industrias mecánicas y químicas y mirar
y cuidar la naturaleza con las leyes que la misma estableció a lo largo de los
tiempos y no como se quiere en estos momentos de producir, incluso, fresas con
genes de pescados adaptados al frío, o maíz con genes que eliminan el taladro
del mismo. Al final de todo esto, no conocemos todas las incógnitas que nos va
a deparar esta artificialidad productivista y mercantilista de la naturaleza y
el perjuicio que ello conlleva para nuestra salud. Los problemas de la
contaminación biológica pueden alcanzar magnitudes no controladas por los
creadores de estos productos de laboratorio, por lo que el apoyo a la
agricultura y a la ganadería local es una garantía no sólo alimenticia sino de
salud.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 3 de Mayo 2009