domingo, 17 de mayo de 2009

Modelos y modas de importación


EN LOS ÚLTIMOS años hemos asumido que el mercado y el dinero es el ser o no ser de todo, el to be or not to be. Por supuesto que la mercantilización no se queda sólo en los bienes de uso cotidiano: es algo más grave. Las relaciones con la naturaleza también son mercancía y entendemos que la globalización nos ofrece un modelo universal que lo aplicamos en los distintos puntos geográficos obviando historia y territorio, o lo que es lo mismo, la cultura de los hombres y mujeres que han convivido a lo largo del tiempo con la naturaleza.

Hasta hace unos años el hombre convivía con el medio y tenía una experiencia colectiva que transmitía. En consecuencia, nuestros padres y abuelos eran enormemente respetuosos con el entorno porque, entre otras cosas, entendían que la no convivencia con la naturaleza les podía crear problemas mayores. Ahora hemos perdido las relaciones con el medio y asociamos la cultura del territorio a la rutina, a la ignorancia o a un pasado cargado de penurias y atrasos. Ahora hemos de copiar el modelo americano de la vida, american way of life. Por ello, debemos analizar lo sucedido estos días en California, con un incendio en la zona de Santa Bárbara que ha desalojado miles de personas y quemado numerosas viviendas o lo que ocurrió hace unos meses en la parte sureste de Australia. En ambos casos estamos hablando de fuegos en zonas ricas del mundo, muy pobladas y, en consecuencia, con grandes recursos para combatir los incendios.
Este es el caso por el que escribimos estas líneas hoy. La pasada semana subí a la Mesa Mota, en La Laguna, y a pesar de que tenemos un relativo conocimiento de lo que ocurre en nuestro territorio, enseguida lo asocié a Santa Bárbara, en el noroeste de Los Ángeles, pues pude contemplar cómo la vegetación de todo tipo en algunos casos tiene más de 2 metros de altura en las proximidades de chalets -algunos incluso de madera- o cómo la mayor parte de las viviendas están rodeadas de matorrales.
Esta situación la podemos asociar a distintos puntos de la isla de Tenerife y, en particular de la zona Norte, en la que numerosos núcleos de población están totalmente aislados entre zarzas, helechos, espinos y un largo etcétera de vegetación que este año ha tenido la fortuna de crecer gracias al buen invierno que tuvimos. Todo esto nos hace pensar en los riesgos que tenemos para un verano que está en las puertas y en la que en una manera equivocada los moradores de dichas viviendas están mirando para el medio ambiente y para los supuestos helicópteros y equipos de bomberos para defenderlos de la falta de prevención y de responsabilidad con un entorno ignorado y maltratado por esto que ahora llamamos progreso.
Por ello, estas letras no son para disculparnos o quitarnos responsabilidades, sino todo lo contrario. La prevención es cosa de todos y si en un país como Estados Unidos, donde se han empleado para el incendio del noroeste de Los Ángeles unos 4.500 bomberos, 428 camiones de bomberos, 14 aviones tanque, 15 helicópteros y un DC-10 para arrojar agua y han tardado más de una semana en controlarlo, pensemos en los riesgos que tenemos aquí cuando el viento y las temperaturas del verano nos pasen las facturas que suelen cobrar las leyes de la naturaleza.
En este marco, la Ley de Medidas Urgentes aprobada recientemente exige o pide que estén limpios los entornos de las zonas forestales al menos en 500 metros. A esto le hemos de añadir una serie de bandos municipales, como ha hecho con muy buen criterio San Juan de la Rambla, que obliguen a la limpieza de solares y huertas en las proximidades de las viviendas habitadas. Es la cultura que tenían nuestros queridos magos, que ahora la hemos sustituido por esto que se llama modernidad. Así como han traído de fuera modas como Papa Noel o la fiesta de Halloween, pretenden que el fuego se apague -o se intente apagar- como en Estados Unidos, donde no son capaces de solventar la situación después de más de una semana de incendio, cuando la solución pasa por la prevención y por mantener la cultura de nuestros campesinos, que cuando llegaban los veranos tenían limpios de combustibles todos los entornos habitados.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 17 de Mayo 2009