ESTAMOS en una época en que todos los días los medios
nos hablan de la bolsa de las cotizaciones del petróleo, del coste de la vida y
apenas le dedican unas líneas al medio rural. Incluso la preocupación está en
que llueva o caiga nieve, no en el papel positivo para la naturaleza y para la
economía que tienen las lluvias y las nevadas. Hemos visto cómo han caído los
precios del petróleo con repercusión en las gasolineras y, sin embargo, los
fertilizantes, que doblaron el precio el año pasado, continúan sin alteración.
La agricultura industrial ha transformado tanto la
producción de alimentos como nuestro modelo alimentario dependiente de los
combustibles fósiles, perdiendo un patrimonio cultural arraigado al medio como
es la agricultura como cultura, con gran implantación en las comunidades
rurales. Además, se producen mermas de la relación hombre-medio, alejándonos de
la salud ecológica de nuestro paisaje porque la alimentación no la hemos
asociado a la tierra, al medio en el que pisamos, de tal modo que si tenemos dinero,
supuestamente tendremos comida.
Lo que está aflorando en esta crisis no sólo tiene que ver
con el petróleo, tema muy importante; emerge también que el modelo agota suelos
y que la producción de alimentos es altamente dependiente de los combustibles
fósiles, y en consecuencia, la supuesta abundancia de alimentos es espejismo.
Es decir, no sólo transportamos los alimentos con petróleo sino que también los
mantenemos en frío o abonamos la tierra con fertilizantes que obtenemos en la
industria gracias al oro negro. Por ello, el petróleo no lo hemos de asociar
solamente al combustible para la máquinas.
Hemos de hablar de la agricultura y la ganadería de
alimentos frescos y puestos de trabajo. Valga como ejemplo que en el año 2008
hemos importado 35 kilos de papas por cada canario y de haberlas cultivado
aquí, al menos tendríamos limpios de maleza 20 m2 por cada habitante, sólo en
suelo para papas. Unido a ello habríamos creado condiciones que potencien la
ganadería, limpieza de maleza que eviten los incendios forestales y algo más de
3.000 puestos de trabajo. Ni que decir tiene que si cada botella de vino son 4
ó 6 metros cultivados la potenciación de agricultura y ganadería es evidente,
haciéndonos menos dependientes del exterior y más sostenibles, asociando
alimentación medio ambiente y cultura.
La actual situación tiene que ser una oportunidad para la
puesta en valor del suelo y de las personas con una nueva filosofía
agroambiental.
En un recorrido por nuestros campos se produce cierta mejora
limpiando huertas "balutas" que habían recolonizado la flora natural.
Sin embargo, la incorporación de jóvenes es muy lenta; continúan siendo mayoría
en el medio rural los pensionistas y resulta curioso cómo oímos hablar del
dinero como solución. Incluso se dan casos de volver al dinero guardado en el
colchón como tema de seguridad y de futuro, o incluso, enterrar el dinero para
prevenir épocas de vacas flacas, cuando dinero sin comida es como los náufragos
que mueren de sed en medio del mar. Así, una apuesta por el futuro pasa, entre
otras cosas, por mejorar la autoalimentación.
Estamos con tiempo para plantear una política agraria
ganadera que potencie, por un lado, todos los recursos de los que disponemos, y
por otro, que vele por el autoabastecimiento ante coyunturas adversas. Los
hechos de los últimos años ponen de manifiesto que la época de excedentes
alimenticios es historia; la agricultura industrial cargada de fertilizantes y
pesticidas ha alcanzado techo y tanto la Revolución Verde como las alteraciones
genéticas en plantas y animales están manifestando su agotamiento antes de lo
esperado.
Lo ocurrido en la Aldea de San Nicolás con los tomates es un
ejemplo de lo que no debemos hacer con la agricultura. El abuso del monocultivo
con variedades dependientes de tratamientos químicos ha creado la ruina para
los agricultores.
Necesitamos una política agraria basada en principios
ecológicos, con especial atención a la salud de las personas, el suelo y las
plantas en las que hemos de cuidar también las comunidades rurales con unas
nuevas relaciones del hombre con su entorno. El autoabastecimiento no es una
meta fácil, pero debemos hacer lo posible por incorporar a los jóvenes al agro,
máxime con los niveles de desempleo que sufren las Islas, y armonizar
conocimientos científicos con "el saber" de agricultores y ganaderos
porque es apostar por el futuro. De lo contrario, puede darse la paradoja de
disponer de dinero y no tener alimentos. Y los billetes y monedas, desgraciada
o afortunadamente, no se comen.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 18 de Enero 2009