viernes, 11 de septiembre de 2009

La felicidad en un mundo complicado


PASADOS LOS DÍAS en los que hemos celebrado unas fiestas cargadas de familiaridad, espíritu de concordia y amistad, debemos plantearnos qué hacer en este nuevo año ante una situación económica que nos ha sorprendido a casi todos. Parece claro que el modelo económico que ha dominado en nuestro entorno en los últimos 30 años se enfrenta a numerosas dificultades; todos teníamos asumida la relación entre crecimiento económico y bienestar y habíamos olvidado la narración bíblica de años de vacas gordas y años de vacas flacas. Después de tantos años de bonanza, varias generaciones de canarios habían asumido que el pasado sólo había que dejarlo en los museos, y que austeridad, economía de subsistencia, respeto al sector primario, etcétera, habían quedado atrás para siempre.

El modelo económico en el que han vivido en los últimos años Europa Occidental, Japón y Estados Unidos parece que tiene graves problemas, entre otras razones, por el uso y disfrute de los recursos del planeta, distribuidos de manera injusta, pues poco más del 10% de la población del planeta se había apropiado de algo más del 80% de los principales recursos. Por ejemplo, de los 86 millones de barriles de petróleo que se extraen diariamente en todo el mundo, corresponden unos 2 litros por habitante y día a repartir entre todos los habitantes del mundo; sin embargo, en el primer mundo consumimos más de 10 litros por habitante y día.
Esta situación se ha complicado en los últimos años con la irrupción de los llamados países emergentes (Brasil, China, Rusia, etcétera), que en un mundo dirigido sólo desde el mercado y sin una intervención clara de los Estados, ha contribuido a generar la situación de crisis que todos conocemos, con escándalos financieros y falta de credibilidad del modelo económico que se ha implantado en todo el planeta tras la caída de la Unión Soviética.
Es en este marco complicado y confuso en el que tenemos que plantearnos las prioridades políticas y sociales en este naciente 2009, en el que muchas cosas han de cambiar no sólo en cuánto consumimos, sino en cómo lo hacemos. Este nuevo año parece que va a hacernos reflexionar sobre el uso y conservación de los recursos. Los aspectos ambientales, económicos y sociales no pueden ni deben estar apartados en un territorio en el que vivimos más de dos millones de personas y en donde hemos de mirar con más cariño las cosas de casa.
En estos momentos las políticas económicas que realiza la administración central, autonómica y parte de las administraciones locales están centradas en crear empleo para la mano de obra que hasta ayer estaba en la construcción y en el sector servicios, resolviendo un problema social grave a corto plazo. Sin embargo, apenas se están planteando temas estructurales que generen riqueza y estabilidad social a medio y a largo plazo.
Hemos de establecer medidas que potencien actividades productivas y fomenten los recursos locales y nos haga menos dependientes del exterior. Así, por ejemplo, hemos de pensar en cómo reactivar el sector primario, poniendo en marcha tierras ociosas que generen alimentos para nuestra población y que a la vez den estabilidad en numerosos núcleos rurales y que, por otra parte, sean factores ambientales de limpieza y reactivación de zonas que en los largos veranos de estas islas generan potenciales problemas de incendio. En este marco, la formación profesional y la cultura del territorio, la sabiduría popular devaluada por modelos importados y la dignificación de los hombres y mujeres que se acercan a la agricultura y a la ganadería, nos puede generar no solamente mejoras sociales y económicas, sino también reducir nuestra dependencia del exterior.
En estos momentos, la única administración que está realizando una serie de obras significativas en las medianías -papas, frutales, redes de riego, caminos de acceso al medio rural- es el Cabildo, por lo que sería razonable que las demás administraciones complementen o potencien esta labor realizada en los últimos años.
Por otro lado, ante la actual situación de importación de alimentos en Canarias y la llamada libre circulación en la Unión Europea, se debe tomar una serie de medidas de protección para las producciones locales ante un comercio internacional agresivo que nos ha desplazado con importaciones en algunos casos en sistema "dumping" y en otros con salarios de hambre en los países de origen, arruinando nuestro sistema productivo. Sirva como ejemplo las papas de Egipto, importadas a lo largo del 2008, que han dejado a nuestros agricultores con precios ruinosos de 30 céntimos de euro el kilo, con los que claramente no se puede competir.
Parece claro, pues, que hemos de prepararnos para una nueva época en la que los modelos basados en el crecimiento económico y el consumismo y derroche de los recursos deberán pasar a uno más austero, sostenible y más solidario, ya que es imposible que los 6.700 millones de personas que viven en este planeta tengan como modelo el de las clases medias del mundo occidental. Así, tiene que haber un equilibrio entre Estado y mercado público y privado, porque la administración no puede estar sólo para rescatar náufragos, como ha ocurrido con la Banca.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 11 de Enero 2009