domingo, 1 de mayo de 2011

Pinos y papas


 QUERIDO lector, la crisis que estamos atravesando está poniendo de manifiesto, entre otras cosas, que tenemos un marco teórico de leyes hechas alejadas del campo y de la realidad social de los campesinos. En consecuencia, debemos cambiarlo, tanto por razones sociales como ambientales.

En los últimos años se ha declarado gran parte de las tierras de cultivo de las medianías de Tenerife como bosques potenciales y, en consecuencia, se han limitado los usos agrarios de los mismos, sobre todo, impidiendo mejoras que alteren el medio, tanto para actividades agrarias como ganaderas. Es decir, los usos tradicionales, como movimientos de tierra, vallado, cuartos de aperos, pistas o estanques, están ahora prohibidos, y con estos planteamientos parte de los mejores suelos de secano de la isla de Tenerife quedan limitados a cualquier tipo de mejora para su cultivo. En consecuencia, los vecinos ven limitados los usos tradicionales que tenían hasta hace relativamente poco sobre los mismos por una supuesta protección forestal.
Además, para luchar contra los incendios forestales lo mejor que puede ocurrir en las medianías de Tenerife es que estos suelos estén labrados y, en consecuencia, limpios de combustible. En ese sentido hay que recordar que los últimos incendios en nuestra isla han nacido en tierras antaño cultivadas como Los Campeches, La Hornaca o Agua García, por citar algunos ejemplos.
Veamos otro ejemplo que nos hará entender mejor esta situación. En lo alto de San Juan de la Rambla hay varios miles de parcelas, antaño cultivadas de papas, trigo, legumbres o manchón, en las que el Cabildo y el Ayuntamiento han hecho importantes mejoras -tres pistas con firme de cemento, un depósito de agua y una red de riego- y que ahora está declarado como suelo potencialmente forestal. Así, ahora no se puede levantar una valla para protegerse de los conejos, levantar una pared o un pequeño cuarto de aperos, ya que eso exige un nivel de papeles y estudios que impide que los agricultores hagan las lógicas mejoras que los tiempos demandan para cultivar las tierras. Es decir, una actividad que solo debería tener que ver con el ayuntamiento la hemos complicado con calificaciones territoriales y otros documentos que requieren no solo dinero, sino tiempo para su legalización.
Estas barreras burocráticas, unida a la crisis que sufre la economía, y en particular el sector agrario, hace que los agricultores se encuentren con más dificultades de las que ya de por sí impone la naturaleza -viento, sequía, lluvia-, así como con la falta de protección para las producciones locales con situaciones de "dumping", en las que se venden las papas de fuera, olvidando la producción propia.
Por ello, el ejemplo que ponemos de San Juan de la Rambla es expresivo, ya que en el gran incendio de 2007 pudimos hacer una barrera desde el camino de Los Guancheros para que el fuego no bajara hacia los caseríos de San José y La Guancha gracias a que dichas tierras estaban cultivadas. En caso contrario, el fuego hubiese bajado hacia las zonas pobladas con sus imprevisibles consecuencias. Hemos de felicitar al alcalde del municipio, Manuel Reyes, por su valentía a la hora de obligar a los vecinos a limpiar la maleza en las proximidades de los caseríos y también a labrar los suelos de las medianías altas en las que hoy hay un cultivo de papas bonitas en tierras que hace unos años eran maleza, zarzales, helecheras y tojos.
Hoy en día, Lomo Hurtado, Llano de las Arvejas, Lomo Rodrigo, Llano de los Villanos y Tierras de Mesa son de los rincones más bellos de las medianías de Tenerife, aunque los supuestos protectores de los bosques, alejados de la realidad social y ambiental, creen que podemos incorporar las tierras antaño cultivadas a los más del 500 km2 de monte de nuestra isla, que están convenientemente protegidos.
La mejor herramienta para la defensa del territorio, tanto desde un punto de vista ambiental como social y económico, es que se cultiven las medianías y que los agricultores vuelvan a limpiarlas para obtener materia orgánica para sus cultivos y, en consecuencia, que tengamos una amplia barrera entre el monte y las zonas pobladas de la isla con tierras cultivadas. Por ello, no podemos continuar gestionando la isla con estas cargas de ignorancia y faltas de respeto al hombre del campo. Ni los pinos ni las papas se cuidan desde un despacho alejado de la naturaleza y de la realidad social de nuestros campesinos.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 1 de Mayo 2011