domingo, 9 de enero de 2011

Plátanos de Canarias: una reflexión para el futuro (I)


ESTAMOS en tiempos de balance, ya que acaba de finalizar 2010, y más allá de hechos pesimistas queremos plantear hacia el sector agrario una lectura más optimista para el futuro, puesto que gran parte de los problemas que vamos a tratar en este artículo tienen solución en casa, ya que las alternativas están al alcance de nuestras manos.

En el caso del cultivo del plátano, el año que termina ha sido con toda seguridad el más ruinoso para los agricultores desde la década de los cuarenta, cuando se reactivó la exportación a Europa. Valga como referencia lo siguiente: en 2010 se tiraron durante nueve meses plátanos a los barrancos. Es decir, la llamada pica alcanzó una cifra próxima a las 40.000 toneladas (40 millones de kilos) y los precios al agricultor rondaron los 30 céntimos de euro por kilo. Es decir, en contadas ocasiones los precios obtenidos por el agricultor por su fruta igualan las ayudas que nos envía la Unión Europea. Tristemente, no hemos superado esa importante muleta para apoyar a nuestro sector.
En este marco, hay que situar que el plátano de Canarias puede competir con la banana si aquí hacemos las cosas mejor. Por supuesto, frenando la bajada de aranceles y la libre circulación de los países ACP (África, Caribe y Pacífico) hacia la Unión Europea. El año recién acabado enviamos a la Península 40.000 toneladas más que en 2009, o lo que es lo mismo, la venta de banana no ha crecido en el mercado peninsular, mientras que nosotros hemos recuperado parte del terreno perdido en años anteriores. Sin embargo, por esas 360.000 toneladas totales que hemos enviado en 2010, hemos obtenido unos 30 millones de euros menos que en 2009. Nos hemos mantenido en el mercado con precios que solo han superado a la banana en un 15 o 20%.
Debemos buscar razones para ese desfase. El mercado mundial del plátano está controlado por tres o cuatro grandes multinacionales que poseen el 92% del consumo de plátanos de la Unión Europea; nosotros, en Canarias, para el 8% de ese mercado europeo tenemos sesenta entidades. A su vez, estas aparecen agrupadas en seis OPP (Organizaciones de Productores de Plátanos), que teóricamente son coordinadas por Asprocan, pero en las que no hay ni un solo criterio sobre calidad, embalaje, flete y sí una distorsión con la publicidad que se hace y su comercialización, que cuesta algo más de cuatro pesetas por kilo (0,024 euros). Es más, en el mundo de la informática y la tecnología de hoy en día, nuestros comercializadores no tienen una idea aproximada de cuántos kilos tendrán para los próximos meses en los mercados demandantes.
Desgraciadamente, hay una guerra interna en la que algunas partes del sector ni siquiera se hablan, en las que se confunden miserias personales y en las que el interés público -ni tan siquiera el interés económico más inmediato- predomina en estos momentos. Esta situación no es nueva, ya que en el libro "Canarias: agricultura y ecología", escrito hace veinte años por quien suscribe, describía una situación similar a la actual, con la diferencia que en aquella época teníamos un mercado cautivo, ya que en el territorio peninsular sólo podía comercializarse nuestros plátanos.
No olvidemos que los plátanos generan casi unos 30.000 puestos de trabajo, es parte de nuestro paisaje y economía de numerosas localidades de las islas y, lo que no es menos importante, lo que pagamos por los fletes de los barcos que traen alimentos a Canarias ayudan de manera importante al coste de la vida de las islas en el caso de que estos barcos retornasen con las bodegas vacías. Es más, en estos momentos, después de los acuerdos de Kioto y el CO2, los plátanos de Canarias llegan al mercado con dos o tres días de navegación como máximo, mientras la competencia procedente tanto del Golfo de Guinea como desde el Pacífico triplican o cuadriplican los consumos de energía para ponerlos en el mercado europeo.
Con esta situación, querido lector, está claro que tenemos futuro. En primer lugar, porque estos puestos de trabajo se lo merecen; el paisaje y la cultura que generan, también; el mercado nos ha demostrado que podemos competir con las multinacionales si hacemos las cosas de otra manera y, por lo tanto, la piedra está en nuestro tejado. Esto significa que no podemos seguir en el Archipiélago con más de setenta empaquetados puerta con puerta y que tenemos que ir a una caja única, con una marca que diga Plátano de Canarias -las grandes superficies venden más del 60% del plátano en el ámbito peninsular, donde sólo hay bananas y plátanos de Canarias-, con una política de fletes y de control de calidad en la que tiene que intervenir la Administración.
Si creamos criterios de interés público sobre las miserias personales que están primando en estos momentos y acabamos con la ineficiencia de un organismo que debemos potenciar, pero que tiene que cambiar su forma de actuar como Asprocan, el plátano es viable, ya que, sin ir más lejos, en 2010 aumentamos los envíos al mercado peninsular. En este sentido, hemos de vigilar que no aumenten las plantaciones como ha ocurrido últimamente ante la crisis de los tomates. En definitiva, agricultura significa planificar y priorizar y tanto las empresas privadas como el sector público deben ir de la mano para asegurar el futuro del plátano.
En este marco, los planteamientos para el futuro están dichos, tanto con los trabajos de B-Idea como con las propuestas del señor Rodríguez Noguerón y la cumbre platanera de Fuencaliente, ya que todos coinciden a la hora de establecer la única alternativa viable en estos momentos. En consecuencia, parece que no tenemos otra opción que movilizar al sector para defender estos principios, puesto que las reuniones entre bambalinas no nos ofrecen soluciones para el futuro del plátano en Canarias. No todo es tocar en la puerta de Bruselas. Aquí también tenemos que mejorar lo que hacemos del cantero al consumidor. La polca sabandeña y Nijota debe quedar como elemento musical y no como manera de gestionar nuestra agricultura.

 Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Enero 2011