EN LOS ÚLTIMOS tiempos ha surgido una preocupación hacia el
medio natural que ha arraigado de manera importante, y en la que no siempre se
analiza y reflexiona suficientemente sobre la Naturaleza y las personas. La
Unión Europea (UE) ha sacado una serie de leyes de protección ambiental y,
sobre todo, hacia la fauna y la flora, en la que de alguna manera discrimina a
las personas y a las que no han nacido o viven dentro del territorio de la UE.
De esta manera, tenemos una ley de bienestar animal de aplicación únicamente en
los territorios comunitarios, que genera no pocas contradicciones, e incluso
crea una ruina para numerosas explotaciones ganaderas del marco comunitario.
Desgraciadamente, hemos sufrido la muerte de un campesino
recientemente por el asta de un toro. Esta lamentable situación se podía haber
evitado si la ley de bienestar animal hubiese permitido la utilización del
tradicional narigón (la argolla que se le coloca en la ternilla al animal para
controlar sus movimientos), pero ahora está prohibida. En este plano, por
ejemplo, en la isla de Tenerife el más del millón de gallinas que tenemos en
granjas tendrán que reconvertirse en los próximos meses para cumplir tal
normativa. Así, habrá que darle un mayor espacio en las jaulas y reunir una serie
de condiciones -incluso para el desgaste de las uñas de las aves-, lo que da
lugar a que muchas de estas explotaciones que hoy nos autoabastecen en huevos
frescos se encuentren en vías de ser cerradas o vendidas a países vecinos, que
al no estar bajo la normativa comunitaria podrán producir huevos o pollos que
luego entrarán en Canarias y España sin que nadie les pregunte por su partida
de nacimiento ni sus relaciones con el entorno ambiental.
Aquí tenemos que destacar algo que mucha gente ignora, pero
que es muy significativo, como es la entrada a Canarias de 34 millones de kilos
de pollos al año procedentes de Brasil, a los que nadie les pregunta por su DNI
ni las condiciones sociales y ambientales en las que se han criado. Así, no
sería descabellado pensar que muchas de nuestras granjas se desplacen o sean
vendidas a Marruecos -al ser un país cercano fuera de la UE-, donde no tienen
esta ley de bienestar animal y sean ellos los que nos vendan los huevos que hoy
en día se producen en nuestro Archipiélago.
Es en este marco donde se ha producido un caso, que no es
anecdótico, que es la multa que le ha puesto el Seprona de la Guardia Civil a
un ganadero de Inca (Mallorca) por tener maniatada una pata trasera y otra
delantera de las cabras para que no saltaran unos muros, tema muy generalizado
en Canarias para que los animales no se vayan lejos del entorno o no salten las
vallas.
Es decir, la UE rompe aranceles de importación de alimentos
con terceros países como ha ocurrido con los países de ACP (África, Caribe y
Pacífico) y el plátano, o la bajada de aranceles que hace que en estos momentos
se estén vendiendo plátanos en Europa a menos de 1 euro el kilo, con precios
medios al agricultor canario de 0,20 euros el kilo, lo que ha obligado a dejar
en las Islas más de 40 millones de kilos, que mayoritariamente han ido a los
vertederos.
Si tenemos en cuenta el coste de los fletes, embalaje y
distribución, podemos entender cuántos céntimos percibe el agricultor que los
ha producido o bajo qué salarios de hambre se está trabajando en estos países,
tema éste que no parece preocuparle a la UE, ya que no le interesa ni la
calidad de vida ni los recursos que se distribuyen con estos países
productores. Parece que el interés europeo en lo que llamamos aldea global
tiene mucho que ver con un barniz local y una dura explotación hacia terceros
países. Así, un perro comunitario tiene más protección que un campesino
extracomunitario.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿se puede seguir haciendo
leyes alejadas de nuestra gente y de la realidad de nuestros campesinos? ¿Para
quién legisla la Unión Europea? Los animales no entienden de leyes y los
hombres me temo que cada vez menos.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 26 de Diciembre 2010