EN LOS ÚLTIMOS años existe una devaluación de lo rural, de
la cultura familiar, de las tradiciones, entrando en una "titulitis"
que hace que recientemente se haya puesta en marcha en Granada un curso o
máster sobre pastoreo. Es la propuesta moderna a la lucha contra el fuego,
dados los desastres que producen los incendios forestales.
Como hemos devaluado
el campo y su cultura, ahora recurrimos a los diplomas y títulos esperando
recuperar algo básico en una sociedad mercantilizada que maltrata económica y
socialmente todo lo que tiene que ver con el mundo rural. El
"descubrimiento" de los máster en Granada pone de manifiesto la
profunda crisis en la que estamos viviendo, pues indudablemente las cabras y
ovejas retiran combustible en el largo verano mediterráneo y, en consecuencia,
los incendios son menos agresivos, pero no hace falta un papel del ministerio
para hacer ese trabajo. Hasta ahora, la mayor parte de las leyes y de los
planteamientos tecnológicos contra el fuego se han hecho limitando los usos a
los ganadores y agricultores y descapitalizando el mundo rural con un supuesto
proteccionismo ambiental, pensando que los helicópteros y los grandes equipos
contra el fuego resolvían la papeleta.
Lo malo de los máster es que van a impartir unos títulos
posiblemente vacíos y que son más un elemento de decoración, como los que
tienen los médicos y abogados en sus despachos. El campo y el trabajo en el
medio rural tienen que ver poco con papeles encuadernados. Lo cierto es que
nuestros jóvenes no miran para el campo como razón lógica de lo devaluado que
está el mismo, tanto en el plano económico como en el social. Sin embargo,
tienen afición a actividades que no les repercuten en lo económico pero que den
prestigio social. Es decir, sin ninguna remuneración hacen puenting, parapente,
windsurfing, escalada, rappel, etc., etc., pero a ninguno se le ocurre encabar
el sacho dada la mala imagen que tiene esta actividad.
Por ello, no es fácil tener campesinos si no revalorizamos
la actividad agrícola y ganadera. Es en ese marco en el que tenemos que
felicitar a Manuel Reyes, alcalde de San Juan de la Rambla, porque hace once
años puso en marcha en el instituto de su municipio un centro de preparación en
temas forestales, siendo uno de los primeros que existen en Tenerife y del que
han salido casi 200 jóvenes que en la actualidad trabajan en los montes o en
temas relacionados con el sector primario. Este tema lo planteamos hace una
semana en un acto celebrado en El Amparo con más de 700 vecinos de San Juan de
la Rambla, expresando que la revalorización del mundo rural en el que
incluimos, cómo no, el medio ambiente, es algo más que un máster y
declaraciones bonitas y que en primer lugar están las personas y la
dignificación de las mujeres y hombres del campo. En ese sentido, no hay que
olvidar que cuando se creó este módulo la oposición criticó duramente al
alcalde diciendo que era la vuelta al pasado, a la miseria y al atraso. Sin
embargo, los hechos le dieron la razón a Manolo Reyes y, como ejemplo, hay que
destacar que este año hay 60 peticiones de jóvenes, desde Santa Úrsula hasta
Buenavista del Norte, para cursar dichos estudios.
Por ello, los máster vacíos para cargar el currículo sobran
en estos tiempos y falta la revalorización real del campo, entre otras cosas,
con una retribución económica no inferior a los urbanitas. El campo no es un
lugar de contemplación y despensa para ir a buscar productos frescos, sino que
social y económicamente hemos de situarlo en el lugar que le corresponde. Por ello,
los programas de estudio, la puesta en valor del medio rural, es algo más que
el nivel de leyes proteccionistas que protegen todo, excepto a los campesinos.
De tal manera que tenemos sobre la piel de la isla más de 20 categorías de
protección de espacios y suelos, mientras la especie campesina no aparece
protegida en ninguna ley.
Así, entendemos que la titulitis que permite incluso
especializarse en ciencias ocultas, lo que antes llamaban brujería, no es la
alternativa para nuestros jóvenes, que en estos momentos están más preocupados
por los animales de compañía que por la ganadería de subsistencia o que en
muchos casos desconocen los riesgos que tiene el fuego al tener sus viviendas
rodeadas de matorrales. En consecuencia, ignoran y desprecian una rica
sabiduría popular que aún pervive en nuestros pueblos gracias a los verdaderos
"catedráticos" de nuestra tierra, los campesinos, a los que seguro
que no llaman para impartir clase en Granada. Nuestros "magos" son
los que han separado las piedras de la tierra, han buscado el agua en las lavas
vomitadas por los volcanes; son los mismos que en El Amparo bailan al ritmo del
tajaraste y dignifican la cultura local con los "chovas" correspondientes
y los que se indignan, con toda la razón del mundo, cuando importamos papas que
nos hacen cada día más pobres en nuestra tierra.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 31 de Octubre 2010