domingo, 8 de agosto de 2010

Por Candelaria, que no pase nada


QUERIDO lector, la próxima semana se produce en la piel de la isla picuda la mayor movilización humana de cuantas acontecen en Tenerife con la particularidad de que en muchos casos dejamos el coche unas horas y nos hacemos peatones, descubriendo numerosos rincones del interior de la Isla que, en parte, nuestros jóvenes pisan por primera vez.

Es decir, se entra en el mundo rural, antaño transitado por los isleños, y que hoy se convierte en parte en un territorio exótico que gran parte de nuestra generación joven apenas conoce. Y lo que es peor, un territorio forestal cargado de lo que ahora llamamos combustible (leña, pinocha, ramas, etc.), que con anterioridad estaba barrido a la escoba por una sociedad carente de recursos. Los peregrinos de ahora apenas conocen el territorio por el que transitan para el que sólo les acompaña un bastón, unas botellas de agua y, tal vez, un GPS.
No queremos asociar a estos peregrinos con otras "mercancías" que también transitan con una minoría de ellos, aunque los servicios sanitarios que se extienden por la ruta nos advierten cuál es la principal causa de accidente de los peregrinos.
Es en este marco de relación territorio-hombre en el que situamos estas líneas pensando en que el próximo fin de semana, con el mes de agosto encima, y si nos visita el siroco -que suele aparecer por esta época-, tenemos todos que tomar decisiones, que deben ser asumidas colectivamente, de cómo actuamos con más responsabilidad evitando riesgos no sólo para nuestros montes sino, lo que es más importante, para las personas.
Los peregrinos de Candelaria de ahora tienen poco en común con los de hace 50 años, que sí tenían un conocimiento del interior de la Isla, con un dominio de su geografía, fuentes, cuevas, barrancos, lugares donde defenderse ante un posible incendio, ya que era una población muy vinculada con los montes y sus aprovechamientos. No sólo había menos combustible en nuestros montes, sino que sus caminantes dominaban el suelo por el que pisaban.
En una palabra: una parte importante de los peregrinos de ahora tienen una cultura urbana, aunque vivan en El Tanque, Garachico o Guía de Isora. Es en este marco en el que nosotros creemos que si el tiempo se aproxima a los "tres 30" -temperaturas por encima de 30 grados, humedad por debajo del 30 por ciento y vientos de más de 30 kilómetros por hora-, sería bueno pensar que no podemos bajar por la caldera de Pedro Gil, por la boca del valle -es decir, de Las Lagunetas a Igueste de Candelaria- o subir de Los Órganos a Chimoche y La Crucita, por tratarse en todos los casos de terrenos muy escarpados a los que no hay acceso rodado y en los que ante un accidente tenemos una difícil defensa para los peregrinos. Así, por ejemplo, en el caso de Pedro Gil, a ambos lados del sendero tenemos una topografía de más de 2.000 metros de altura entre Ayoze y pico Cho Marcial, con una salida posible hacia Los Castañeros, en Arafo. No olvidemos el nivel de pinocha que hay en este territorio, puesto que en estos momentos no hay interés económico por ésta ni pastoreo sobre nuestros montes. Hace 50 años teníamos más de 60.000 vacas, numerosos rebaños de cabras y ovejas y una demanda importante de pinocha para abonar nuestros campos y empaquetar los plátanos.
Es en este nuevo marco cultural, económico y ambiental en el que van a pisar nuestros peregrinos este fin de semana. Es decir, los peregrinos de ahora tienen poco en común con nuestros abuelos, que tenían un gran dominio del territorio, fuentes, cuevas, barrancos y, en consecuencia, los riesgos ante un accidente eran totalmente diferentes a los que tenemos en estos momentos. Todo esto debemos tenerlo presente para que se siga cumpliendo con la tradición cultural y religiosa y que por Candelaria nunca pase nada.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 8 de Agosto 2010