EL PASADO viernes asistí, en la Casa de la Cultura de Los
Llanos de Aridane, a una reunión para tratar la problemática de los plátanos,
en el local en el que nos hemos reunido en numerosas ocasiones en los últimos
35 años. La asistencia puso de manifiesto la temperatura ambiental de los
agricultores palmeros, en la que se percibía una tensión social importante ante
los problemas de la comercialización, que incluso está siendo más agresiva para
los agricultores que los huracanes de los pasados meses.
Valgan como referencia los siguientes datos. La Palma tiene
casi el 35 por ciento de la producción total del Archipiélago, lo que supone
algo más del 50 por ciento de los agricultores plataneros. Dada la distribución
de la tierra, sólo esta semana se tiraron al vertedero en La Palma más de
400.000 kilos de plátanos, situación ésta que se ha repetido en los meses de
enero hasta la fecha. Al agricultor, los precios de enero no le suponen ni 0,15
euros/kilo. Y lo que es peor, por ahora no se alumbran cambios para mejor,
situación de ruina para los agricultores.
La coyuntura global no mejora. A Canarias la están
desplazando las multinacionales del mercado peninsular. Así, el año pasado se
consumieron más de 130.000 toneladas de bananas en la Península, mientras que
Canarias significa sólo un 6 por ciento de las demandas de la Unión Europea,
UE. Las multinacionales no están dispuestas a respetarnos ni tales migajas para
nosotros, y ahora plantean bajar aún más los aranceles de entrada en la UE. Las
multinacionales tienen una gran agresividad, ya que disponen de frutas
cultivadas con salarios de hambre, y tienen gran capacidad de operar en los
mercados: publicidad, uniformidad etc., etc. Mientras Canarias quema sus
recursos en guerras familiares en las Islas, con más de veinte marcas,
duplicidad de instalaciones de empaquetado y peleas locales y debilidad en el
exterior, no hay criterios de unidad y de homologación, caja única, una marca
que identifique con control de calidad y que suspenda el mundo de
"chiringuitos" que tenemos ahora.
Esta situación hizo que el pasado otoño se hundiera la venta
de los plátanos de Canarias, triplicando los precios a la banana y, en
consecuencia, perdiendo importantes cotas de mercado, incluso potenciales
clientes, como los colegios. Hemos perdido una parte ante la falta de visión de
futuro; guardando en una gaveta los estudios que recomiendan marca única, que
homogenizan la oferta con criterios claros de calidad e identidad ante la
banana, sin hacer los deberes en casa, con costes de más de 0,30 euros/ kilo,
sólo en el manejo de la fruta en una atomización de empresas y marcas, y
supuestas categorías, etc., etc. Mientras las multinacionales manejan el
mercado y la publicidad, nosotros tenemos un producto artesano con una calidad
superior, sobre todo con un bien muy valorado en Europa, que es la salud, dado
que aquí podemos producir sin apenas veneno, mientras que el banano tiene
tratamiento semanal. Unido a ello tenemos que ganar los aspectos sociales, que
significa que los agricultores tengamos un nivel de vida que se parezca a eso
que llaman la Europa social. Por ello, hemos de defender los aranceles como una
diferencia social ante los salarios de hambre de la competencia, no como
privilegio para nosotros. La subvención no es la solución. Una parte importante
de los ingresos los hemos de conseguir en el mercado por un bien producido con
el esfuerzo y las ilusiones de nuestras gentes. Los agricultores no quieren ser
pensionistas con treinta años.
Los plátanos son algo más que fruta y multinacionales. Para
nosotros son más de treinta mil puestos de trabajo; son señas de identidad,
paisaje, ilusión, esfuerzo de muchas generaciones, sorribando, buscando el
agua, haciendo escaleras de huertos en las laderas. Los plátanos en La Palma,
en la Isla Baja, en Las Galletas y las costas de Adeje, Guía o Gáldar son no
sólo puestos de trabajo, sino el ser o no ser.
Por ello, en la Casa de la Cultura, el pasado 26 de marzo,
palpitaba el corazón de un pueblo que lucha porque no se apaguen los sueños y
las ilusiones de muchas generaciones que rompieron el malpaís. Sobre todo, un
colectivo que entiende que el futuro de la alimentación de la humanidad es algo
más que multinacionales y negocio para pocos; es, sobre todo, dignificar el
campo y a su gente.
En La Palma, igual que en el resto de las islas, hay
condiciones sociales para poner en marcha una empresa capaz de dignificar
social y económicamente a los hombres y mujeres que hacen surcos en la piel de
esta tierra. Superemos el desánimo y sembremos ilusión. El campo es posible y
necesario, incluso para los que viven, supuestamente, alejados del mismo. Así,
por ejemplo, sin los más de treinta millones de euros que pagan los fletes de
los plátanos Canarias-Península, ¿cuánto significan en el coste de la cesta de
la compra? Esto y los más de treinta mil puestos de trabajo son razones
suficientes para parar las pretendidas bajadas de arancel para satisfacer a las
multinacionales insolidarias con los campesinos de Sudamérica y de Canarias. La
concentración de las empresas que comercializan con una marca clara y homogénea
es parte de la solución; la otra es la pelea por mantener los aranceles al
banano, con cumbres o sin cumbres europeas.
Espero que la cumbre platanera, convocada por el Cabildo en
próximos días, pode las ramas no productivas de los árboles.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 4 de Abril 2010