EN ESTOS últimos días hemos vivido el sufrimiento del pueblo
haitiano, situación que se debe a dos factores: uno, el natural, y el otro,
social, en una isla y un país para el que la historia le ha condicionado tanto
como la naturaleza, pues la miseria humana de una sociedad desestructurada,
hija de la colonización de un territorio en el que no ha habido ningún
compromiso con sus gentes y su medio ambiente, es parte de las desgracias
actuales.
Pues Haití, situado en la parte occidental de la isla
Quisqueya o La Española, ha tenido una historia muy próxima a la República
Dominicana, ubicada en la parte oriental. Sin embargo, aquí las desgracias han
sido superiores al resto de la isla. Indudablemente, los aspectos socio-históricos
han tenido mucho que ver, pues no olvidemos que en los siglos XVI, XVII y
XVIII, las explotaciones de oro, ganadería y caña de azúcar convirtieron este
territorio en una de las zonas con mayor número de esclavos del mundo, de tal
manera que a finales del siglo XVIII entraban en Haití algo más de 40.000
esclavos al año en esa que el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals llama
Sugar Islands, en la que en teoría también hemos estado los canarios; que con
una gran capacidad de valoración la llama "sacarocracia", pues no
olvidemos que hasta finales del siglo XIX la mercancía más importante del mundo
era el ázucar. Y para producir más azúcar se demandaban más esclavos, unido a
una dura depauperación del medio ambiente, porque había que talar los bosques,
bien para cultivar directamente o bien para las demandas de leña y madera.
Así, la parte occidental de La Española, con un clima más
árido, dado que los alisios del Nordeste llegan empobrecidos a la parte
occidental, unido al bárbaro sistema de explotación agrícola de la caña, con
una sociedad claramente esclavista, pues de los más de 400.000 esclavos a
finales del XIX, los criollos apenas alcanzaban los 60.000, se crea lo que hoy
es Haití; territorio que los españoles entregaron a los franceses en 1697, y lo
que aún es peor, en la cultura esclavista sin apenas criollos y, en
consecuencia, sin una clase media -como sí ocurrió en Santo Domingo-, con un
desarraigo incluso religioso -en la parte dominicana la Iglesia jugó un papel
fundamental para la articulación de los criollos-, hace que este territorio de
27.000 km2 sufra un empobrecimiento socioambiental que se va a acentuar con la
implantación de plantaciones de caña de azúcar en otros puntos de las Antillas
y del planeta. Así, a finales del siglo XIX se producen dos cambios importantes
en la economía mundial, como son la producción de azúcar de remolacha y la
navegación a vapor, que van a devaluar la economía azucarera antillana y, en
consecuencia, producir el empobrecimiento que hoy conocemos.
Unido a ello, los franceses no dejaron en la isla ni tan
siquiera una articulación social idiomática o religiosa, y los esclavos,
abandonados socioculturalmente, hacen un levantamiento en 1803, creando la
primera república negra del planeta, siendo el segundo país -tras EE.UU.- que
supuestamente se independizó en América y el primero de América Latina. Así,
sus vecinos de Santo Domingo fueron invadidos por los esclavos emancipados en
dos ocasiones, en las que fueron expulsados por los españoles y criollos
dominicanos, respectivamente.
En el siglo XIX el territorio no tuvo mejor suerte, pues
desde 1820 los marines americanos desembarcan en la isla en varias ocasiones, y
en este caso dominan a los haitianos y a los dominicanos; situación que se va a
mantener a lo largo del siglo XX, en que, en numerosas ocasiones, las tropas
norteamericanas entran en la isla y ponen gobiernos títeres tanto en la parte
dominicana como haitiana. Como parte más significativa tenemos a Rafael
Leónidas Trujillo, que llegó a dominar más del 70% de las tierras cultivadas en
Santo Domingo, y a Papa Doc -François Duvalier-, que a su vez no sólo fue
presidente vitalicio, sino que fue heredado por su hijo Jean Claude (Baby Doc),
con los gendarmes y los "tontón macoutes". Ambas dictaduras, seguidas
de cerca por los gobiernos norteamericanos, no hicieron nada por mejorar social
y culturalmente a estos pueblos y, en consecuencia, las miserias de ahora son
en parte hijas de ese colonialismo del siglo XX que ha sufrido una tierra que
incluso fue gobernada por Colón durante 8 años. Es más, el ex presidente de
Haití Jean Bertrand Aristide fue obligado al exilio por el gobierno de George
W. Bush, debido a su compromiso social con el pueblo.
Por tanto, los comportamientos demográficos en Haití han
entrado en ese premaltusianismo de un crecimiento de la población en el que los
ritos religiosos africanos y la desarticulación del mundo criollo pusieron el
resto. De tal manera que a lo largo del territorio de Haití, con unos 27.000
km2, malviven algo más de 9 millones de personas.
Para los haitianos y para otros tantos pueblos del planeta,
el azúcar no ha sido dulce, sino que ha generado demasiada amargura por un
sistema depredador, insolidario, de un colonialismo sin corazón, que da lugar a
lo que ahora vive y sufre esta pobre gente en Haití y otros puntos del mundo en
la que "sacarocracia" se implantó no sólo para endulzar los países
industriales o ricos, sino también para degradar territorios y gente en un
supuesto mundo en el que en teoría se abolió la esclavitud hace muchos años,
pero que en la realidad se sigue manteniendo en estos momentos. Por ello, los
últimos acontecimientos del desgraciado terremoto han dejado al descubierto las
vergüenzas de una sociedad urbano-industrial y rica que ha maltratado este territorio
a lo largo de su historia.
La pobreza de los haitianos tiene que ver más con razones
sociales que económicas, porque al disponer, primero, de oro y, luego, de
azúcar, atrajeron a los países ricos que, sin embargo, nunca dejaron endulzar
la boca de los haitianos, dejándoles, en cambio, un gusto de amargura, que es
el que conocen. El desastre de estos días no es más que lluvia sobre un
territorio ya mojado por la incomprensión y explotación de los que siempre han
vivido alejados de los problemas sociales.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 24 de Enero 2010