domingo, 4 de octubre de 2009

Doble vara de medir


QUERIDO LECTOR, en numerosas ocasiones nos encontramos con muchas contradicciones entre lo que predicamos y lo que hacemos, y nuestros hechos se alejan de la palabra y, en consecuencia, la palabra sufre la correspondiente devaluación y la asociamos con el personaje que degrada el lenguaje. En los tiempos que corren, es frecuente que desde las instituciones se use un doble lenguaje, lo que los hombres del campo llaman doble vara de medir. Esto nos pone a los que estamos en la cosa pública y asociamos la palabra a los hechos, a la ética, al compromiso, a la problemática social y ambiental, en una situación difícil, ya que las leyes no son florituras o cantos al sol en un recital de poetas anunciando la primavera.

Entremos en materia. Estos días hemos visto a los ganaderos tirando la leche. La UE establece una serie de pautas para la agricultura y la ganadería que hace que nuestros agricultores y ganaderos tengan que abandonar el campo, ante la imposibilidad de sobrevivir, al aplicar en la UE una doble vara de medir a los que trabajan en territorio comunitario y los que lo hacen en el resto del planeta. Para ello, utilizan el lenguaje de costes de producción, libre comercio, supuesto desarrollo para países terceros y tantas otras frases hechas, alejadas de los problemas sociales y ambientales tanto para los agricultores comunitarios como los supuestos beneficiados fuera de la UE.
Como hemos visto los problemas de la leche, con los precios que le pagan a los ganaderos en algunos casos no les da ni para comprar el forraje de los animales, pagando por un litro de leche 40 céntimos de euro, incluso menos. Situación similar ocurre con las papas, 30 céntimos al agricultor, situación que se produce con la mayoría de los productos del campo. Este marco de relaciones, de supuestos costes de producción y de hacer más económica la cesta de la compra, no sólo arruina a los agricultores y ganaderos comunitarios sino que explota y arruina a los supuestos beneficiados en el tercer mundo, pues la leche de Argentina -con costes de 15 pesetas litro-, o las papas de Egipto -a 10 pesetas kilo- están producidas por hombres, mujeres y niños sin seguridad social, con salarios de hambre y con un colectivo de trabajo en situación de precariedad lamentable; pero es más, las supuestas leyes de bienestar animal en la UE, por las que las granjas de aves han de mejorar el espacio para las mismas, situación que está desplazando hacia terceros países las granjas de las que multinacionales del ramo importarán los huevos y las aves que ahora están en territorio comunitario. Multinacionales en las que sus directivos no se ponen sueldos de Argentina o de Egipto. Mientras aquí hay que invertir más de 5.000 pesetas por gallina, según la nueva ley de bienestar animal, las granjas desmanteladas las ponen en Marruecos, de donde traerán los huevos de aves sin el supuesto bienestar comunitario o bien le piden a los ganaderos de vacuno local la higienización de los piensos (5 pesetas kilo) con costes de 50 pesetas por vaca y día. Para las vacas de terceros países no hay higienización ni bienestar animal que valga.
Así entendemos lo que está ocurriendo en las Islas, como es el caso de Gran Canaria, con la limitada producción local de leche, alegando que no tiene mercado en la Isla, tirando una parte los ganaderos en un marco legal que desnaturaliza al campo y la alimentación de nuestra gente, creando una mayor dependencia del exterior, arruinando el sector productivo local. No es menos preocupante la situación social y ambiental de un campo sin campesinos. En una palabra de un campo desnaturalizado.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 4 de Octubre 2009