QUERIDO LECTOR, en numerosas ocasiones nos encontramos con
muchas contradicciones entre lo que predicamos y lo que hacemos, y nuestros
hechos se alejan de la palabra y, en consecuencia, la palabra sufre la
correspondiente devaluación y la asociamos con el personaje que degrada el
lenguaje. En los tiempos que corren, es frecuente que desde las instituciones
se use un doble lenguaje, lo que los hombres del campo llaman doble vara de
medir. Esto nos pone a los que estamos en la cosa pública y asociamos
la palabra a los hechos, a la ética, al compromiso, a la problemática social y
ambiental, en una situación difícil, ya que las leyes no son florituras o
cantos al sol en un recital de poetas anunciando la primavera.
Entremos en materia. Estos días hemos visto a los ganaderos
tirando la leche. La UE establece una serie de pautas para la agricultura y la
ganadería que hace que nuestros agricultores y ganaderos tengan que abandonar
el campo, ante la imposibilidad de sobrevivir, al aplicar en la UE una doble
vara de medir a los que trabajan en territorio comunitario y los que lo hacen
en el resto del planeta. Para ello, utilizan el lenguaje de costes de
producción, libre comercio, supuesto desarrollo para países terceros y tantas
otras frases hechas, alejadas de los problemas sociales y ambientales tanto
para los agricultores comunitarios como los supuestos beneficiados fuera de la
UE.
Como hemos visto los problemas de la leche, con los precios
que le pagan a los ganaderos en algunos casos no les da ni para comprar el
forraje de los animales, pagando por un litro de leche 40 céntimos de euro,
incluso menos. Situación similar ocurre con las papas, 30 céntimos al
agricultor, situación que se produce con la mayoría de los productos del campo.
Este marco de relaciones, de supuestos costes de producción y de hacer más
económica la cesta de la compra, no sólo arruina a los agricultores y ganaderos
comunitarios sino que explota y arruina a los supuestos beneficiados en el tercer
mundo, pues la leche de Argentina -con costes de 15 pesetas litro-, o las papas
de Egipto -a 10 pesetas kilo- están producidas por hombres, mujeres y niños sin
seguridad social, con salarios de hambre y con un colectivo de trabajo en
situación de precariedad lamentable; pero es más, las supuestas leyes de
bienestar animal en la UE, por las que las granjas de aves han de mejorar el
espacio para las mismas, situación que está desplazando hacia terceros países
las granjas de las que multinacionales del ramo importarán los huevos y las
aves que ahora están en territorio comunitario. Multinacionales en las que sus
directivos no se ponen sueldos de Argentina o de Egipto. Mientras aquí hay que
invertir más de 5.000 pesetas por gallina, según la nueva ley de bienestar
animal, las granjas desmanteladas las ponen en Marruecos, de donde traerán los
huevos de aves sin el supuesto bienestar comunitario o bien le piden a los
ganaderos de vacuno local la higienización de los piensos (5 pesetas kilo) con
costes de 50 pesetas por vaca y día. Para las vacas de terceros países no hay
higienización ni bienestar animal que valga.
Así entendemos lo que está ocurriendo en las Islas, como es
el caso de Gran Canaria, con la limitada producción local de leche, alegando
que no tiene mercado en la Isla, tirando una parte los ganaderos en un marco
legal que desnaturaliza al campo y la alimentación de nuestra gente, creando
una mayor dependencia del exterior, arruinando el sector productivo local. No
es menos preocupante la situación social y ambiental de un campo sin
campesinos. En una palabra de un campo desnaturalizado.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 4 de Octubre 2009