EN CANARIAS han cambiado muchas cosas en los últimos años.
Hemos perdido la cultura rural, cultura que conocía el entorno y que sabía cómo
defenderse de las adversidades de la naturaleza. El fuego lo asociábamos a la
abundancia de combustible y lo retirábamos de las zonas pobladas por necesidad
y por prevención. Ahora no hacemos ni una cosa ni la otra y nos vamos al
gimnasio y a la ruta del colesterol mientras los entornos de las viviendas
están cargados de combustible. Así, creo que debemos aplicar el proverbio
castellano que dice "Burro cargado busca camino", en una lectura de
los magos o campesinos, que significa que en cada momento el camino hay que
construirlo y abrirlo y que la última palabra la tienen lo hechos y las
circunstancias en las que nos desenvolvemos.
Tenemos que aprender de manera permanente en lo ocurrido en
Fuencaliente y Mazo. Es una lección de la que tenemos que aprender; lección que
habíamos visto con antelación en Masca, Santiago del Teide o el sur de Gran
Canaria en julio y agosto de 2007, y posteriormente en Hermigua, un año
después. El fuego se produce en un campo sin campesinos, es decir, en un mundo
rural habitado por "urbanitas"; situación que se agravó en La Palma
por unas condiciones atmosféricas extremadamente duras (temperatura, humedad y
velocidad del viento). Unido a ello, ha estado la abundancia de combustible,
invierno húmedo, pinos en las proximidades de las viviendas, abandono de las
tierra de cultivo, que asocia que los problemas del fuego los resuelven los
equipos de extinción (lectura urbana del campo). Es en este plano en el que
queremos puntualizar algunos aspectos que todos debemos aprender tras las
últimas lecciones en La Palma, Masca, Gran Canaria y Hermigua.
Los entornos de las viviendas han de estar limpios de
vegetación con capacidad de arder (ramas secas, panascos, etc.) y los árboles
como pinos, palmeras, etcétera han de estar a una distancia superior a los 20
metros de las viviendas. El fuego en las copas de los pinos lanzando pavesas y
piñas así como cortezas incandescentes es un cóctel muy peligroso en las
proximidades de las casas.
Los incendios de numerosas viviendas fueron debidos a la
proximidad de plantas pirófitas (pinos y palmeras). Sin embargo, los terrenos
cultivados limpios de maleza hicieron de cortafuego, como el caso de Llanos
Negros, en Fuencaliente; Valle Arriba en Santiago del Teide, o el caso del
burro propiedad de Juan José Santos, también en La Palma, que había pastado en
los alrededores de la casa, y por todo ello a la misma no le afectó el fuego.
Las viñas son los únicos puntos verdes del territorio y podemos aseverar que la
crisis de la agricultura en las medianías de Canarias es, en parte, la
responsable de los incendios en las zonas habitadas que antes habían estado
protegidas del fuego por esa labor de mantenimiento que habían realizado
nuestros magos o campesinos.
Tenemos una nueva lectura de las viviendas y el monte y no
parece razonable la situación de protección que le damos a los pinos en las
proximidades de las viviendas. Todos sabemos la capacidad que tiene el pino y
las piñas para transmitir el fuego y, en buena lógica, o quitamos las casas o
quitamos los pinos. En este último caso, podemos sustituir los pinos por plantas
menos pirófitas. En Fuencaliente hay numerosos ejemplos del pino haciendo de
lanzallamas con el viento, superando incluso los 20 metros (caso del pino
situado al Este del ayuntamiento) y por ello debemos plantear un marco legal
que proponga una nueva lectura sobre los pinos y las viviendas.
El incendio de La Palma nos ha hecho volver atrás en el
tiempo, con las campanas de las iglesias tocando arrebato y el puerta a puerta
ante la caída de las comunicaciones -telefonía fija y móvil-, con una dura
lucha de riesgos para los vecinos y, sobre todo, para los que hicieron frente
al fuego. Aprovecho estas líneas para felicitar a todos los que colaboraron en
la extinción del incendio, desde los profesionales hasta los vecinos que
trabajaron desinteresadamente en una de las peores situaciones vividas en La
Palma. Hasta hoy los fuegos eran forestales, y parece que a partir de ahora van
a tener más características urbanas debido a el abandono de las medianías, como
hemos sufrido en San Andrés o Tamaimo, en Tenerife, y ahora en La Palma.
De esta forma, debemos tener una nueva cultura de prevención
que obligue a las distintas administraciones a actuar sobre zonas pobladas,
solares y tierras de cultivo en abandono con masas de vegetación que puedan
crear inseguridad ante un incendio forestal. Mientras tanto, la mejor
prevención es mantener limpios los entornos de las viviendas para evitar las
situaciones vividas en los últimos años en Tenerife, La Palma, Gran Canaria y
La Gomera.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 9 de Agosto 2009