EN UNA VUELTA por las medianías de Tenerife, se pone de
manifiesto que en el marco legal y el compromiso social y ambiental hemos
aprendido muy poco de aquel 31 de julio de 2007. Ayer, precisamente, estuve en
el caserío de Redondo, en Icod de los Vinos, con los vecinos que el 31 de julio
mencionado, a las 23,30 horas, defendieron este caserío de las llamas que
entraron desde el Sureste y estuvieron a punto de crear un desastre en dicha
zona.
Hoy, estas líneas quieren hacer una reflexión porque creemos
que estamos a tiempo de corregir y prevenir para que en este verano no ocurran
situaciones similares. Si bien el marco legal y la ignorancia existente sobre
la naturaleza y sus riesgos nos demuestran que no lo hemos entendido. Hemos de
decir una vez más que las fincas cultivadas antaño o bien ocupadas por pastos y
que hoy están cubiertas de vegetación hay que limpiarlas antes de que llegue el
verano, máxime cuando hay riesgos para la población, como es el caso de más de
20 vecinos que viven en Redondo. Es decir, hay un riesgo de seguridad para la
población y para la conservación de los montes particulares y de utilidad
pública.
Por todo ello, desde el Cabildo no tenemos capacidad ni
legal ni económica para limpiar cada barranco, cada solar, cada entorno, en
definitiva, cada metro de monte y matorral de esta Isla. Es en este marco en el
que las propiedades particulares deben cargar con los costes de la limpieza,
así como las responsabilidades subsidiarias ante un posible incendio que se
origine o se propague en dichas propiedades. Por ello necesitamos un marco
legal que advierta y, posteriormente, sancione a aquellos propietarios que,
como en el presente caso, tienen sus fincas como aquel fatídico 31 de julio,
esto es, abandonadas y sin limpiar. En aquella situación dramática, cuando el
fuego llegó a la Hoya de los Cámaras y alcanzó más de 20 metros de altura
debido a la cantidad de zarzas, helechos y otras plantas de tierras de antaño
de pansembrar.
Hoy, como bien plantean los vecinos de Redondo, necesitamos
esa labor preventiva que les dé seguridad a miles de familias que viven en las
proximidades del monte o rodeadas por tierras no cultivadas. Pero es más, en
algunos casos los propietarios de las fincas cubiertas de matorral son sus
propios moradores y tal vez por ignorancia no han hecho la labor de prevención
para evitar riesgos cuando llega la temporada estival.
En el caso que comentamos de Redondo, el fuego entró al
caserío desde el Sureste, es decir, de espaldas a la carretera que une la
colonia de Tovar con dicha localidad, lo cual nos permitió el abastecimiento de
agua y una salida ante el avance del fuego. Sin embargo, si el fuego hubiera
entrado siguiendo esta carretera -del Noroeste- nos hubiese dejado encerrados
al formar dicho caserío un islote entre tierras de cultivo abandonadas y monte.
Eso puede volver a ocurrir hoy en este caserío y en otros muchos si no se toman
medidas de limpieza de masas de vegetación, o lo que es lo mismo, de
combustible, ante el verano que tenemos delante.
Es por ello por lo que estas líneas quieren ser de
compromiso y meditación para los responsables de las propiedades y de los
municipios en los que en la mayoría de los casos no se han hecho las labores de
prevención que venimos planteando desde el Cabildo de Tenerife y que han
entendido hasta ahora más de 1.600 agricultores en la quema de rastrojos en
colaboración con los equipos de Medio Ambiente de la Corporación. O el caso del
Ayuntamiento de San Juan de la Rambla, que se está dirigiendo a los
propietarios de las tierras abandonadas para su limpieza.
Por ello, tengo la obligación de escribir estas líneas dada
la responsabilidad y el haber sufrido como miles de vecinos de la isla de
Tenerife aquella dura noche del 31 de julio al 1 de agosto -una de las peores
de mi vida y que nunca olvidaré- en la que tuvimos mucha suerte y parece que
nos hemos olvidado, aunque sólo han pasado dos años. Qué poca memoria tenemos.
No estamos hablando de una leyenda del Antiguo Testamento, sino de algo que
podemos encontrar en el camino y, en consecuencia, las piedras que tenemos para
este duro verano estamos a tiempo de retirarlas. A eso se llama trabajo de
prevención y compromiso compartido entre todos, puesto que el Cabildo no puede
ni dispone de recursos ni capacidad legal para cuidar cada casa y cada pino de la
Isla.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 12 de Julio 2009