LA SEMANA pasada, las autoridades judiciales han
precintado unas instalaciones relacionadas con lo que producimos y demandamos
todos los días. Es lógico pensar que nadie quiere tenerlo próximo a su casa o
en un sitio a la vista, situación que vienen soportando los vecinos de Icod
durante mucho tiempo, y lo que no es menos grave, es que nos cueste nada a los
que producimos y demandamos los servicios de eso que llamamos actividades
molestas, insalubres y peligrosas.
Esto es lo que ha ocurrido en estos días en Riquel, lugar
"marginal" de la costa de Icod, otrora finca de una familia famosa,
con casa palacio en la calle La Carrera de La Laguna del siglo XVIII. Otros
topónimos de la Isla obedecen a sus antiguos propietarios. Los Riqueles, en El
Sauzal, es una de las mejores comarcas de vinos del norte de Tenerife que poco
tiene que ver con este otro Riquel que genera elementos nocivos y peligrosos en
las actividades realizadas, aunque la hemos explotado a lo largo de más de 30
años. Hemos descubierto que hay puestos de trabajo, que se ha obtenido gran
parte de la grava para la construcción de las viviendas de la comarca y que
aquí depositamos objetos que nadie quiere.
Todo esto es nocivo ahora, y lo cerramos sin buscar otras
alternativas, o lo que es lo mismo, lo que se depositaba en el Riquel lo
encontramos ahora al borde de nuestras carreteras, barrancos y montes. Serán
efectos "colaterales" del cierre de Riquel, que al igual que las
bombas que alcanzaban la población civil en una guerra "justa" en Irak,
según Bush, no eran resultante de una invasión ilegal, sino efectos colaterales
en las que él no tenía responsabilidad. Y los costes ambientales tenemos que
pagarlos todos y no hay una salida mágica ni en Los Riqueles, ni en las
Almenas.
Hemos de asumir que el que contamina paga y que el coste
ambiental de la actividad extractiva o la retirada en Tenerife, de unos 20.000
coches al año son parte de eso que llamamos "progreso" o cómo la
producción de unos 500 kilos de basura al año por habitante tiene un coste no
sólo económico, sino ambiental y las mejoras en la tecnología para el
tratamiento de residuos hemos de aplicarlas sin olvidar que los mismos siempre
generan molestias ambientales y sociales, y que han de estar en algún punto de
nuestra geografía creando molestias donde los pongamos.
Con la aprobación del Plan Territorial para el Tratamiento
de Residuos de la Isla de Tenerife, que tuvo lugar el pasado 30 de enero,
tenemos una herramienta para ordenar las actividades como las instaladas en
Riquel y que éstas se ubiquen en lugares más apropiados con instalaciones
adecuadas. Esto lleva a que, mientras tanto, dichas instalaciones han de
permanecer prestando un servicio ambiental, social y económico en la Comarca
del Noroeste de Tenerife; puesto que hoy no hay alternativa espacial a las
actividades ubicadas en dicha zona; complicándose la situación con las obras en
sus proximidades: anillo insular, puerto de Garachico, etc., no siendo menos
grave la pérdida de puestos de trabajo.
Tenemos la obligación de buscar nuevos polígonos que recojan
las actividades ubicadas ahora en Riquel, así como la restauración y una nueva
propuesta para dicho espacio una vez restaurado, asumiendo que todos tenemos
alguna responsabilidad de Los Riqueles y que no es sólo un problema de
administración y empresario. Sólo seríamos unos cínicos si ahora miramos para
otro lado, asociando la situación como un problema solo empresarial y de
dinero, asociando esto a fenómenos colaterales mientras dejamos fuera de uso
todos los años en la Isla unos 20.000 coches, y no digamos las toneladas
métricas de escombros que producimos diariamente, unido a las demandas de
materiales para la construcción.
Por todo ello, estamos obligados a la localización en cada
comarca de lugares para poner plantas de tratamiento como las que propone el
Plan Territorial Especial de Residuos de la Isla de Tenerife, mientras tanto
habilitemos unas medidas correctoras para mantener abierto Los Riqueles que
tenemos en la Isla.
Así, en lo que se refiere a las actividades extractivas, la
propuesta que se hace desde el planeamiento insular no es sólo regular y
ordenar la actividad en sí misma en el espacio y el tiempo, sino establecer
aquellas medidas correctoras y compensatorias necesarias que minimicen los
efectos negativos para la población más cercana a la actividad. Además, un
objetivo fundamental es la recuperación ambiental y paisajística de estos
ámbitos ampliamente degradados. Es necesario transmitir a los ciudadanos de
Tenerife que estas actividades, desarrollándose de forma adecuada, son una
oportunidad para generar riqueza y empleo en la Isla para un presente y un
futuro que ya de por sí es complicado.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 28 de Junio 2009