domingo, 22 de marzo de 2009

¿Hemos perdido la memoria?


ES BUENO que hagamos una lectura socioeconómica de nuestro paisaje ante el debate vigente en la sociedad sobre naturaleza y demandas humanas en el territorio. Idear la naturaleza olvidándose del hombre y sus necesidades no parece el mejor planteamiento ni para ella ni para nosotros. Es bueno que sepamos que la naturaleza está mejor conservada en el mundo en aquellos países donde los hombres tienen resueltos sus problemas vitales. Y es en este marco en el que debemos hacer una lectura de lo que ha ocurrido históricamente en esta Isla, pues, sin lugar a dudas, sólo con la lectura de los topónimos que pueblan nuestro territorio podemos entender cómo ha sido la naturaleza de Tenerife hasta hace unos años.

Son numerosos los topónimos individuales dada la desaparición de las masas vegetales a la que fue sometida nuestra Isla por la demanda de los hombres como madera, leña, tierras, pastos, etc. Así, en numerosos puntos de Tenerife tenemos barranco del Pino, cueva del pino, barranco del escobón, mocán, barranco de la palma, almáciga y almácigo, y sabinita. También existen tablado, tablero y lomo de los tozes. Los topónimos de masas vegetales también existen, pero son menos numerosos, como cardonal, escobonal, el palmar -aunque hoy ya no tiene palmeras-, o el palmeral. Es decir, si nosotros en La Guancha encontramos los tres hermanos en el pinar, estamos haciendo una lectura en la que hace 80 ó 60 años sólo había tres árboles donde hoy hay un pinar cerrado, que son hijos o primos de estos pinos. De los sabinares y almácigas podríamos hablar igual.
Estas líneas se escriben hoy en la isla que posiblemente ha tenido la mayor masa boscosa de los últimos 500 años, con más de 500 kilómetros cuadrados de bosques e importantes zonas costeras en las que se ha recuperado la vegetación termófila. Por lo tanto, no es justo situar en el Cabildo y en el Gobierno de Canarias una cultura depredadora en la que sólo parece que aquí no hay más que especulación y atropello a la madre naturaleza. Por ejemplo, el Cabildo ha comprado más de 30 millones de metros cuadrados para reforestar y sería bueno que nuestros críticos se den una vuelta por la cumbre de Bolico, en Buenavista del Norte; la finca La Talavera, en Los Silos; Chivisaya, en Candelaria; Archifira, en Fasnia, y Chajaña, en Arico, por citar algunos ejemplos de recuperación de nuestra flora en espacios degradados hasta hace 15 años. Qué decir de la recuperación de espacios costeros como la Rambla de Castro, Malpaís de Güímar y Malpaís de Rasca, entre otros.
Por ello, en este marco de relaciones hombre-naturaleza, el sebadal de Granadilla no puede ser la única referencia ambiental que tengamos hoy. Es más, sería bueno que nos planteen qué alternativas tienen para las demandas de nuestra población en este comienzo del siglo XXI. Debemos hacer memoria. En Granadilla, en 1960, con menos de 7.000 habitantes, con abundancia de agua debido a los alumbramientos del canal intermedio y canal del sur, con amplios regadíos en toda la piel del municipio, se labraban tierras desde el Paisaje Lunar -en el que hay eras a más de 1.500 metros de altura donde sembraban cereales donde hoy hay monte-, hasta el pie de Montaña Roja, en El Médano, donde quedan las cicatrices de los surcos donde antaño se plantaron tomates. Y sin embargo, en esa época tuvieron que huir hacia Venezuela más de 1.000 granadilleros por la situación socioeconómica que vivía el municipio. No había agua corriente ni luz en la mayoría de las casas y las condiciones sociosanitarias eran bastante problemáticas.
Por ello, en la Granadilla actual, en la que viven más de 40.000 personas, con apenas tierras cultivadas y menos agua porque ésta se destina a los consumos urbanos, que nos expliquen de qué vamos a vivir en este territorio si no se crean actividades industriales y de servicios como las que se han propuesto en el Polígono Industrial y el Puerto de Granadilla.
Es en este marco en el que parece razonable que se sitúen las cosas, puesto que la isla de Tenerife, con un millón de personas en estos momentos, la sostenibilidad no es nada fácil y supongo que nadie de los que se oponen a estas instalaciones estén proponiendo volver a una economía de aceite, sal, azúcar y velas como la que sufrieron nuestros padres en esa Granadilla de los años 60, en las que los cebadales eran tierras donde se sembraban cebada para suavizar el gofio de millo que muchas veces venía cargado de gorgojos. Es más, hasta las tabaibas en las costas de Granadilla fueron utilizadas para extraer látex para hacer chicles y hubo una fábrica resinera en Los Cristianos para sacar la resina y fabricar productos, extrayendo la savia de nuestros ya raquíticos y, por entonces, escasos pinos.
Creemos que transcurrida la convocatoria del pasado sábado, es bueno que nos sentemos a reflexionar sobre cómo gestionar esta Isla en la que el cemento y el asfalto no sea una lectura depredadora, puesto que hasta hace unos años, con menos asfalto y cemento, la Isla no era ideal como tampoco un espejo de naturaleza idílica. De hecho, mucha de nuestra gente malvivía en cuevas y pajales, sin un baño en sus casas y en condiciones que hoy denominamos tercermundistas.
Así, los más de 150.000 puestos de trabajo que genera el Turismo hoy hemos de mimarlos y cuidarlos, unido a otras actividades económicas que nos hagan menos dependientes y que nos permitan mantener la amplia superficie forestal que tenemos protegida, pero siempre pendientes de que nuestra gente tenga una posibilidad de trabajar y alimentarse en un difícil equilibrio en el que desde hace años hemos planteado la necesidad de una limitación de la población en Canarias y nos han tildado demagógicamente de xenófobos los mismos que se oponen a todo.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 22 de Marzo 2009