El incendio del pasado mes y la situación económica que vivimos
en Canarias nos obliga a hacer una lectura del momento actual. La isla de La
Gomera, abandonada y marginada a lo largo de la historia se encuentra en la
actualidad en una coyuntura que puede favorecer el progreso de sus habitantes,
y la estabilidad ambiental de la isla.
No todo lo ocurrido en los últimos cuarenta años en La
Gomera ha sido negativo. Si bien es verdad que la isla es la que más se ha
desagrarizado de Canarias ya que ha perdido más del noventa por ciento de la
superficie agrícola, se ha dado un vuelco a las infraestructuras insulares. La
comunicación interior y exterior, así como las instalaciones hídricas hacen que
los elementos más deficitarios a lo largo de la historia de la isla han
mejorado radicalmente. Las carreteras actuales permiten comunicar con facilidad
los diversos caseríos de La Gomera, algo que antiguamente imposibilitaba la
dura orografía que prácticamente aislaba un barranco de otro. Se ha pasado de
viajar a Tenerife en barcos de cabotaje como el Sancho Segundo y el San Juan
Nepomuceno a modernos barcos como el Benchijigua Express.
La isla dispone hoy de las segundas mayores reservas de agua
potable por habitante. La construcción de presas, la perforación de pozos, así
como contar con unos de los manantiales más importantes del archipiélago, hace
que disponga de un caudal importante para el abastecimiento de la población y
los cultivos de regadío. Debemos plantearnos qué dificultades impiden que los
recursos actuales se aprovechen en su totalidad.
Con el lamentable incendio del pasado mes se pone de
manifiesto que el Parque Nacional de Garajonay, joya ambiental que debemos
cuidar, es muy frágil si no hay una cultura rural en torno al mismo. En la
parte sur del parque nacional en la que se propagó el fuego a lo largo del mes de
agosto, carece en gran parte de agricultores y ganaderos que desarrollen una
actividad agraria complementaria con los usos tradicionales que se mantenían en
nuestros montes hasta la declaración del parque. El fuego puso de manifiesto
que las tierras cultivadas, sobre todo los viñedos, hicieron de corta fuego
puesto que las tierras no cultivadas habían sido ocupadas por brezos y codesos,
que son plantas que propagan especialmente el fuego. La falta de actividad de
aprovechamiento de madera del monte como se hacía antaño intensificó el fuego
dado el volumen de combustible acumulado en estos últimos años.
La agricultura es complementaria con el mantenimiento del
Parque Nacional. En el llamado pre-parque se deben tomar medidas de forma que
convivan los usos tradicionales con la conservación de la naturaleza. Hay que
buscar la manera de recuperar la actividad agroganadera de antaño en este
entorno. Las parcelas cultivadas son de hecho “cortafuegos verdes” que limitan
el avance de las llamas en las zonas de sotobosque.
Por otra parte el agua en estos momentos se desperdicia
mediante sistemas de riego medievales o ni siquiera se utiliza por falta de
superficie de regadío. Es significativo el caso de los manantiales de Guadá en
Valle Gran Rey que al carecer de canalización alimenta el mayor cañaveral de La
Gomera que ha sufrido tanto en el último incendio. Valga como ejemplo lo
realizado en los manantiales de Marcos y Cordero en Los Sauces, La Palma, donde
se han acometido obras de canalización que ha permitido reducir las pérdidas de
la red de distribución de tal manera que se ha más que duplicado el caudal que
llega a los campos de cultivo, pasando de regar cada treinta días a solamente
cada doce. Es básico que en el barranco de Valle Gran Rey las cañas sean sustituidas
por otra vegetación menos propensa al fuego, para lo cual se deben evitar las
escorrentías con aguas no aprovechadas en los regadíos.
Hemos pasado de más de seis mil hectáreas de cultivo en los
años cincuenta del pasado siglo a poco más de quinientas en estos momentos. De
plátanos y tomates existían unas novecientas hectáreas en el año 1956 que se
han visto reducidas a ciento sesenta hectáreas en el año 2011. La superficie de
secano actual representa poco más que unas doscientas hectáreas de viñedo.
En el medio rural gomero como hemos visto hay muchas
oportunidades para mejorar el auto abastecimiento de los isleños e incluso
contar con superficie para cultivos de exportación. Es en este estado de cosas
en el que la Gomera puede mejorar de manera significativa la vida de la
población insular e incluso ocupar a más habitantes de los existentes. La
agricultura implica además un mantenimiento y una mejora significativa del
paisaje gomero, lo cual significa además más atractivos turísticos en la isla.
Turismo, agricultura, pesca y medio ambiente deben de ir de la mano en el
futuro de esta isla.
Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
DIARIO DE AVISOS, 22 de Septiembre 2012