domingo, 6 de febrero de 2011

El ayer también es mañana


AYER celebramos por decimocuarta vez la ruta del almendro en flor en Santiago del Teide. Más allá de aspectos bucólicos, hemos de decir que el almendro en flor es un faro en la noche de nuestros campos, ya que si bien el faro nos defiende de los peligros de los arrecifes, los almendros y las higueras son una referencia de una cultura del esfuerzo y la lucha de unos hombres por sobrevivir en unos malpaíses en los que apenas hay unos gramos de tierra y que nuestros campesinos, con gran sabiduría, supieron gestionar para conseguir unos alimentos que en otras condiciones eran imposible obtenerlos en unas lavas casi humeantes; paisaje que aún hoy podemos contemplar en el que domina la flora endémica "protegida": tabaibas, escobones, tajinastes, vinagreras, magarzas, etc.

Por ello, en la actual coyuntura económica el almendro también es un toque de atención del valor de uso de un territorio y de una cultura que no solo tiene que mirar al pasado en una supuesta nostalgia, sino, con toda seguridad, es también parte del futuro de esta tierra en una optimización de los recursos donde la agricultura y la ganadería han de ser parte importante en un mundo en el que los alimentos comienzan a ser un tema estratégico básico. En consecuencia, no solo contemplamos la belleza del espacio sino también el esfuerzo de unos hombres y mujeres que levantaron majanos, goronas para proteger los árboles de los animales sueltos en el territorio y largos muros y paredes de piedra en esa lucha desigual del hombre con la naturaleza.
Es más, hoy, en estos días de febrero de 2011, estamos viendo que en el mundo se están estremeciendo numerosas estructuras relacionadas, entre otras cosas, con los alimentos. Valgan los ejemplos de Túnez y Egipto y hace un par de meses en Mozambique, o en Alemania en el pasado mes -donde hubo que cerrar más de 1.000 granjas-, o incluso en la Cuba de los hermanos Castro, en la que han retirado de las cartillas de racionamiento los boniatos y las papas, y en las que nos dice Raúl Castro que los campos están llenos de marabú (una zarza caribeña). Es decir, el campo se ha de revalorizar por necesidades obvias y más allá de la especulación que ha propiciado que los cereales hayan subido su precio en más de un 40 por ciento en los últimos meses, tendremos que mirar hacia la tierra con otros ojos que no son solo una lectura estética con nostalgia del pasado. La ruta del almendro es también un encuentro con el futuro y con la cultura de un pueblo que ha luchado por sobrevivir en un territorio geológicamente áspero, maltratado por las lluvias en el sotavento insular y peor tratado socialmente por una estructura de la propiedad que hizo que el feudalismo se prolongara en este territorio más allá de lo ya sufrido por gran parte de los españoles en el continente y en parte de la misma isla de Tenerife.
Por ello, este día del almendro es un encuentro con una cultura, con un territorio en el que dominan las lavas del último volcán de la isla de Tenerife y en el que, con toda seguridad, queremos que sea un compromiso de futuro para que nuestros jóvenes comiencen a poner ilusión y valor en un territorio en el que los nietos de los que plantaron, podaron e injertaron estos árboles sueñan con las luces de neón y otros elementos de importación. Indudablemente también tendremos que mirar hacia el interior, en el que estas plantas nos piden que volvamos a limpiarles la maleza y las veamos como parte de nuestro patrimonio social, histórico y cultural. Por lo tanto, la ruta del almendro es un encuentro con el ayer pero un compromiso con el mañana. Nuestros jóvenes están obligados a encontrarse en un mejor conocimiento del territorio para sembrar un futuro con menos incertidumbre, en el que el paisaje, la agricultura y el turismo están cada día más próximos y en el que la sostenibilidad es algo más que una declaración bonita.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 6 de Febrero 2011