domingo, 19 de septiembre de 2010

¿Cabras fuera de la ley?


QUERIDO lector: Cada día, cuando salimos al campo los vecinos de la Isla, nos preguntan por temas para los que no tenemos una fácil respuesta, ya que se ha hecho un marco de leyes para las Islas alejado de nuestra realidad. Por si fuera poco, aplicado por cuatro o cinco administraciones; leyes sobre cada chapa, morra o barranco tan alejadas de la realidad como limitar el pastoreo en amplios espacios que no son forestales ni tampoco públicos;
ni la Administración tiene un euro para su gestión, con lo que establecemos por decreto un amplio espacio sin actividad agraria, forestal o ganadera. Es más, en una zona en la que el pastoreo tiene miles de años y la naturaleza que conocemos es el resultado de dicha actividad, ahora -por decreto- prohibimos el pastoreo, sin ninguna gestión alternativa, olvidando que las actuales condiciones de vegetación son el resultado de un sabio manejo de pastoreo y agricultura, en el que la vegetación actual se debe, más que a otra cosa, a una estabilidad antrópica -el pastor eliminaba las plantas que debilitaban los pastos, incluso sembraban las más favorables, manteniendo un equilibrio que ahora se rompe-, imponiéndose unos matorrales de gran capacidad de combustión: zarzas, cañeros, magarzas, tojos, retamas, hinojos, granadillos, etc. En otros casos, los tabaibales hacen intransitable los accesos al campo.
Hasta ahora, la economía nos había permitido importar leche, carne y pienso para el ganado. Por ello se habían fabricado unas leyes que declaraban protegido más del 50% del territorio, proclamando una supuesta protección sin presupuesto, ignorando que proteger no puede ser volver a un supuesto mundo preguanche. Entre otras cosas porque vivimos aquí algo más de un millón de personas que no podemos poner en la mesa tabaibas, cardones o retamas. Por lo tanto, eso que se llama sostenibilidad tiene una gran complejidad, y la cabra y las personas son parte de eso que llamamos naturaleza, así que hemos de convivir con la naturaleza, haciendo el mejor uso posible.
No podemos excluir los usos tradicionales; por decreto ya lo hemos hecho en el Parque Nacional del Teide. No tiene sentido el pastoreo en las zonas de la Corona Forestal. Sin yerba debemos plantearlo en las zonas adehesadas o en los cortafuegos, impidiendo el pastoreo en zonas de reforestación, activando la ganadería en las tierras abandonadas de las medianías; no tiene sentido prohibir el pastoreo en este o aquel morro, chapa, barranco, etc. porque tiene esta o aquella categoría de protección. Es más, lo hacemos en fincas particulares en las que tampoco reforestamos ni hacemos ninguna actividad de gestión (retirando vegetación para evitar incendios).
La declaración de protección se hace sin contrapartidas económicas por parte de los responsables de los planeamientos del Gobierno de Canarias que supuestamente planifican. Así, en Anaga o en la Corona Forestal se ha suspendido casi todo tipo de actividad de pastoreo, prohibiendo la construcción de establos o actividades complementarias para la ganadería en nombre de una supuesta protección ambiental. Las cabras y los pastores las hacen incompatibles con el medio ambiente.
Tal planeamiento genera en la Isla dos problemas serios: uno es social, pues a miles de familias que pueden vivir de la ganadería, proporcionando alimentos frescos a la población local, las incorporamos ahora a las listas del paro. Pero, es más, el problema ambiental es grave. Al retirar el pastoreo sobre un territorio que había mantenido un equilibrio hombre-naturaleza, se dispara el crecimiento de la vegetación que el hombre había controlado para proteger los pastos como complemento a la actividad agraria, pasando al desarrollo de monoespecies que lo hacen impenetrable, en donde sólo entran, en contadas ocasiones, los cazadores, creando un campo apropiado para los incendios, dada la cantidad de maleza que cada verano cubre lo que antaño habían sido zonas de pastos, incluso antiguos manchones.
Este año hemos atendido para controlar incendios en zonas costeras, próximas a la Dársena Pesquera, barranco de Jagua, cerrillos entre cardones y tabaibas. Antes era una zona de pastoreo y, en consecuencia, quedaba libre de combustible en el verano.
Ante este panorama, es urgente modificar el marco legal y competencial en el que los usos tradicionales se mantengan, con excepción muy justificada de algún enclave de protección; de lo contrario, los hechos dejarán las leyes en las gavetas de las administraciones, perdiendo la cosa pública la necesaria función de ordenar el uso de un territorio complicado, en el que las demandas de cada día hipotecan alternativas de futuro. El hombre, las cabras, el pastoreo y la naturaleza son compatibles; las leyes no se pueden hacer sin buscar consenso.
Ahora, que oímos hablar del pastoreo en la lucha contra los incendios en Portugal, en Australia, etc, etc., aquí expulsamos a los ganaderos, incluso de las tierras que rodean la Corona Forestal, con leyes para las que no tenemos argumentos razonables, para defenderlas, ya que ignoran la naturaleza y la cultura de los moradores de esta tierra desde los guanches hasta la época de las importaciones de leche en polvo y yogurt bebible. Hagamos un esfuerzo por mantener los usos tradicionales en los que agricultura, ganadería y medio ambiente no sean actividades excluyentes. No es de recibo tratar a nuestros ganaderos como delincuentes mientras importamos gran parte de lo que comemos.

Wladimiro Rodríguez Brito es DOCTOR EN GEOGRAFÍA
EL DIA, 19 de Septiembre 2010